EN LA CÁRCEL, EL ENCUENTRO
17ª Semana de la Pastoral Penitenciaria
Departamento de Pastoral Penitenciaria de la
Conferencia Episcopal Española
PREÁMBULO
Jesús de Nazaret nos transmitió un modo de ser y de
estar, un estilo de vida que lo expresaba en una actitud itinerante. Jesús
siempre en camino. Un caminar hacia el encuentro de las personas, especialmente
de las que más lo necesitaban. Iba por las aldeas y pueblos en busca de ovejas
descarriadas, enseñando, anunciando la Buena Noticia del Reino, sanando a los
enfermos, consolando a los tristes y los pobres, liberando a los oprimidos por
el diablo (Mt 4,23ss; 9,35ss; Mc 1,38ss).
Sin duda que Jesús estaba en perfecta sintonía con su
madre María; de ella aprendió la lección nada más ser engendrado y acogido en
el seno de su madre, cuando se puso en camino, a toda prisa, para ir al encuentro
de su prima Isabel, también agraciada por Dios con el don de la maternidad en
su ancianidad y esterilidad.
Salir de sí mismo para ir al encuentro del necesitado.
María mostró con esa actitud la importancia que tiene el estar al lado de la
persona necesitada y sola. Por eso se nos presenta María como la joven en camino,
siempre al encuentro, portando el Evangelio vivo, su propio Hijo.
De Jesús y María aprendemos los miembros de la
Pastoral Penitenciaria a vivir esa actitud de salida, de caminar al encuentro
de los pobres y los que sufren, es un camino hacia el dolor de nuestros
hermanos que viven arrojados a las afueras de las ciudades. María y su Hijo nos
invitan a seguir su ejemplo y a salir de nuestras acomodaciones y seguridades
para compartir con los privados de libertad los dones y carismas con los que
hemos sido enriquecidos por la fuerza del Espíritu. Nos sentimos obligados a
vivir esa disponibilidad servicial y generosa desde el amor sin límites hacia
quienes más sufren en esta sociedad.
En ese encuentro con las personas presas en el
interior de la cárcel nos sentimos profundamente transformados y llenos de
alegría al descubrir que a quien vemos en esas personas es al mismo Jesús
encarnado en su realidad más sufriente. Nos sumimos, con Cristo, en el infierno
desesperante de vidas truncadas por el fracaso, la soledad, la ausencia de amor
y libertad. También nosotros nos encarnamos en esa cruda realidad que viven
nuestros hermanos presos para caminar junto a ellos hacia metas de vida y
resurrección, de transformación gozosa, de liberación integral.
Durante estos largos meses de la pandemia los presos y
presas se han encontrado totalmente solos y desasistidos del calor y el cariño
de la familia, han sufrido y siguen sufriendo la ausencia de muchas personas,
especialmente de la Pastoral Penitenciaria; personas que le han acompañado en
el duro caminar de la vida en prisión, y que notan más su ausencia en esta
situación de desamparo y desvalimiento a causa del Covid’19. Sin duda alguna
que es una dura prueba esta experiencia, que aún, por desgracia, no ha desaparecido
del horizonte de nuestras vidas. Es dura la vivencia del doble confinamiento al
que han estado sometidos los presos. También lo es para quienes, desde Cristo y
movidos por nuestra vocación de entrega al servicio de ellos, nos vemos
totalmente limitados en nuestro quehacer pastoral.
Es extraordinario y gozoso el hecho de que muchos presos,
durante este tiempo de la pandemia, no se han quedado con los brazos cruzados a
la espera que les solucionaran los problemas. Para muchos de ellos este tiempo
de vacío les ha servido para reflexionar y ahondar en su vida interior, en las
motivaciones profundas de su vida, en las situaciones amargas y dolorosas, en los
daños que se han hecho a sí mismo y a los demás; han comprendido que la fe en
Dios y en Cristo es un pilar importante en sus vidas truncadas y marcadas por
el sufrimiento y la pérdida de tantos valores, las consecuencias tan negativas
que le ha acarreado una vida de vacío existencial, de carencias de amor y
cariño.
Y en este camino hacia el interior de sí mismos, se
han encontrado con esa otra persona que es y que la tenía amordazada y esclavizada.
Para muchos la lectura asidua de la Palabra de Dios, la oración personal y en
grupo con otros compañeros, ha supuesto un maravilloso descubrimiento al
comprobar que, aún en medio del infierno que es la cárcel, han experimentado
que desde la fuerza de la fe es posible transformarlo en espacio de gloria, de
vida, de libertad. la cárcel, el encuentro
Por eso el sentido del título “En la cárcel, el
encuentro” viene a ratificar el poder y la fuerza que el Espíritu de Jesús da a
cada persona para conseguir transformar su vida, llegar a encontrarse consigo mismo,
con Dios y con los demás.
Y en ese camino de liberación se hace presente la
Virgen María Nuestra Señora de La Merced, como Madre de la Libertad que sale al
encuentro de cada hijo suyo que está cargando con cruces insoportables, como le
pasó a su Hijo camino del calvario, y no le importa ofrecerse de “Cirineo” para
aliviar tanta pena y sufrimiento.
1. UNA MUJER EN CAMINO
1,1. Un camino de gozo compartido y
servicio abnegado
María no se hace la remolona, no se echa para atrás en
el momento mismo de tomar una decisión importante, aunque incómoda y
arriesgada. Dejar el hogar de Nazaret, en Galilea, para trasladarse a la montaña
de Judea, donde su prima Isabel envuelta en soledad afronta el embarazo del
hijo soñado y prometido, el favorecido por Dios. “Su nombre es Juan” (Lc1,63),
así lo ratifica el sacerdote Zacarías, su padre, de acuerdo con el mensaje del
ángel anunciador.
El Ángel Gabriel comunica a María la benevolencia que
Dios ha tenido con su pariente Isabel concibiendo un hijo en su ancianidad y
esterilidad, y estando ya en el sexto mes de embarazo. Lucas en su evangelio
nos narra cómo caló tan profundamente el anuncio del Ángel sobre el embarazo de
Isabel y cuál fue la reacción inmediata que provocó en María, hasta el punto de
decirnos que “María, inmediatamente, se puso en camino y fue aprisa a las
montañas de Judea a casa de Isabel” (Lc1,39). No se quedó con los brazos
cruzados, congratulándose interiormente con la noticia recibida. Inmediatamente
se puso en camino.
Es un camino largo y tortuoso, una vez pasadas las
tierras llanas de Galilea para adentrarse en la zona montañosa de Judea,
posiblemente en Ain Karin. Quizá estamos hablando de cerca de ciento cincuenta kilómetros.
Pero no importan las dificultades físicas o geográficas que conllevaba el
camino hacia el encuentro congratulador con la prima Isabel para compartir la
gracia que Dios les había hecho, tanto a la joven como a la anciana. Ambas
habían sido elegidas por Dios para ser las mediadoras más importantes de la
historia de la salvación. La una para concebir y dar a luz al “hombre más
grande nacido de mujer” (Lc7,28) Juan Bautista, y la otra, la joven María, para
traernos a la vida a Jesús, el Hijo de Dios (Ls1, 35). El talante de María, “la
llena de gracia” (Lc1,28) es el de la joven que, dejando a un lado su personal
situación de elegida por Dios para ser la Madre del salvador y de las consecuencias
personales y familiares que conllevaría esa elección divina, se sumerge de lleno
en el deseo de servir y apoyar a la anciana y estéril madre de Juan., se puso
en camino y con prisas.
Es un camino
trazado desde el amor que bullía en el corazón de María. Son las prisas del
amor. Está llena de Dios y del amor de Dios. Por eso las dificultades del
camino no son obstáculo para convertirse en la primera evangelizadora, en
portadora de Jesús y su mensaje de Buena Noticia para los pobres y necesitados.
Compartir con Isabel la gracia de la elección más grande al ser constituidas
por Dios como las Madres de la Gracia y la Salvación. Y también servir desde el
amor para atender a la anciana madre en su situación de soledad. Compartir y
servir desde el amor que María ya lleva en sus entrañas. Manifestar en toda su grandeza
la fe que rebosa en el interior de la joven. Ya se lo vaticinó Isabel cuando la
proclama “bienaventurada tú porque has creído” (Lc1,44)
1.2.- Un camino de interiorización
y comunión con el Hijo amado
María convierte su caminar hacia las montañas de Judea
en un recorrido espiritual. Repasa sosegadamente la “grandeza de un Dios que se
ha fijado en la humildad de su esclava” (Lc1,48). Ahonda en el misterio del por qué el Señor la
ha elegido a ella entre las jóvenes de Israel. Qué tiene ella de extraordinario
para ser proclamada por el ángel “la llena de gracia” (Lc1,28); esta afirmación
la deja desconcertada. Más aún cuando escucha la propuesta que le hace Dios por
medio del Ángel Gabriel, que será la madre del Mesías desde su situación de
joven desposada, pero no casada aún con el joven José, lo que podía suponer, en
esas circunstancias, serios y graves problemas legales, religiosos, familiares,
de prestigio. Su alma se llena de temor y miedos. Y se repite la misma pregunta
cargada de inquietud, de “cómo va a poder ser eso”, no ha sido formalizado el
matrimonio, qué dirán sus padres, cómo decírselo a José, qué van a pensar en el
pueblo (…).
En medio de esa zozobra interior vienen a su mente las
palabras tranquilizadoras de Gabriel: “no temas María, porque has encontrado la
gracia y el amor de Dios” (Lc1,30) y a quien va a concebir es al Hijo de Dios,
al Mesías Salvador, a Jesús.
Y en su caminar hacia el interior de su alma, ya va
sintiendo que en sus entrañas se va configurando el ser humanizado del Hijo del
Altísimo. Y entabla un diálogo entrañablemente maternal con el fruto de sus entrañas.
La Virgen de la Visitación,
urgencia de alabanzas y servicios,
caminar de Norte a Sur,
en busca de pobres y marginados,
de ancianas y estériles.
Virgen de la Visitación, nueva traslación del Arca,
pasear a Dios por la vida, enseñar la tierra al Cielo,
los caminos de los hombres, siempre de Norte a Sur.
Vamos, mi Dios, en procesión gozosa,
aunque tengamos que sentir miedo y cansancio.
¿No sabes lo que es el cansancio?
¿No has experimentado el miedo,
la ansiedad, el dolor y la tristeza?
¿No sabes a qué sabe la alegría,
la ilusión, el entusiasmo y la ternura?
¿No conoces los sentimientos humanos?
Pues yo te enseñaré, vida mía,
yo te enseñaré a ser hombre, mi Dios.
Seré tu maestra en humanidad,
y tendrás que parecerte a tu madre.
Te daré entrañas de misericordia,
y aprenderás a amar a los pobres
y a todos los desgraciados.
Pararemos en casa de Isabel,
que es pobre, anciana y estéril.
Toda la vida esperando un hijo,
¿sabes lo que eso significa para la mujer?
Pero ha sido bendecida
y está loca de contenta.
Vamos a estar con ella hasta que nazca el niño,
porque necesitará de nosotros.
Después seguiremos caminando, siempre de Norte a Sur,
hasta que sean exaltados los humildes
y los hambrientos colmados de bienes.
1,3. La alegría del encuentro
Una de las
verdaderas manifestaciones profundas del amor fraterno la constituye “el
encuentro” gozoso y alegre con los demás. Así lo entendió María al sentir la
imperiosa necesidad de salir a toda prisa a encontrarse con su pariente Isabel
y poder compartir juntas la alegría de del don de la maternidad que Dios les
había hecho a ambas.
Lucas nos narra
así la escena: “María entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió
que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su
vientre, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz,
dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; ¿quién soy
yo para que me visite la madre de mi Señor?, porque, apenas llegó a mis oídos
la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi vientre. ¡Dichosa tú que has
creído! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció” (Lc1,40-45)
En el saludo del encuentro, lleno de ternura y amor,
se produce toda una cadena de experiencias profundas que llenan de alegría el
corazón. Incluso prolongando los efectos de la alegría en el neonato Juan, expresando
así el gozo de sentirse visitado. En el encuentro humano, sobre todo cuando
lleva la sobrecarga de la experiencia del amor de Jesús, hace que surjan los
sentimientos más profundos de agradecimiento, de alegría incontenible, de
felicidad que siente la persona visitada.
María es el espejo fiel del amor de Dios que “ha
venido a visitar y a redimir a su pueblo” (Lc1,68 13). Es la visita y el
encuentro de Dios con los pobres y humildes a quienes viene a rescatar y
redimir. "Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos
vacías" (13 Lc1,52s).
Esa fue la
experiencia profunda que sintió María a la hora de salir corriendo al encuentro
con su prima Isabel, la anciana y estéril, la pobre de Yahvé, a la que llenó de
alegría inmensa, así como al fruto de sus entrañas.
Qué extraordinaria riqueza nos muestra a los
cristianos de hoy, especialmente a quienes sentimos con especial sensibilidad,
el dolor y sufrimiento de los pobres y desvalidos, los marginados y excluidos
de la sociedad. María e Isabel son dos mujeres insignificantes para la sociedad
y la religión de entonces, son el prototipo de los pobres a quienes Dios ama y
elige para ser canales de gracia y liberación.
Al igual que les pasó a las dos mujeres, la joven y la
anciana, Dios sigue eligiendo, no a los sabios y entendidos de este mundo, no a
los ricos y poderosos, no a los prepotentes y vanidosos, sino a los humildes y
sencillos, a los que menos valor tienen según los cánones de poder y prestigio
de nuestra sociedad; a estos, tanto Dios Padre como Jesús, elige para descubrir
la grandeza del Reino y sus valores, para saborear visitar de Dios con los
pobres y humildes a quienes viene a rescatar y redimir a los humildes, a los
hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías" todo
el amor y la alegría de sentirse amados, llamados y elegidos y así confundir a
los sabios, poderosos y soberbios. (14 Cf. Lc 10’21; 1Cor 1,27ss)
En ese grupo de elegidos nos sentimos los miembros de
Pastoral Penitenciaria y tantos otros que viven la sensibilidad ante el dolor,
la angustia y el sufrimiento de los hermanos más pobres, de las víctimas y los
descartados en esta y por esta sociedad.
No es momento de volver la mirada hacia otro lado
cuando contemplamos el horror de tanto sufrimiento y dolor ante las nuevas
formas de pobreza emergentes en la sociedad actual, ante las nuevas y más dramáticas
situaciones de esclavitud y pobreza.
Es el momento del Espíritu que nos empuja a salir de
nuestras acomodaciones aburguesadas, de nuestra tranquilidad y pasotismo. Al
igual que María, nos hemos de sentir impulsados por el Espíritu de Jesús para
“dejarlo todo” y salir “aprisa” a los lugares donde está asentada la exclusión
y marginación actual como son las cárceles, los asentamientos de inmigrantes en
descampados, fuera de los pueblos y ciudades, mendigando una jornada en la
agricultura, una limosna injusta, un poco de chatarra o un sumergirse en el
interior de los contenedores de basura en busca de un mendrugo de pan.
Es la hora de la imaginación y creatividad evangélica.
Es imperiosamente necesario que los cristianos, siguiendo las huellas de María
“salgamos al encuentro” de nuestros hermanos que yacen en la cautividad de
desprecios y exclusiones.
El Hijo del Altísimo, el hijo de María me invita a ir
con Él para poder ver el mundo y las personas desde su óptica, con los ojos de
la compasión y misericordia. VEN: déjalo todo, ponte en camino, no te canses,
no te aparques, sigue mi camino, escucha mi palabra, sorpréndete por la novedad
de la llamada, por la presencia de mis hermanos, que son los tuyos, en tu vida,
por mi preferencia por los pobres y desgraciados…
*Me verás en los pobres, encarcelados, mendigos,
transeúntes, parados, prostitutas y ladrones, en los ancianos y los niños no
queridos y abusados, en las víctimas de la violencia doméstica y en los enfermos.
*Me verás desconocido, disfrazado, irreconocible fuera
de la liturgia, los ritos y el derecho, ausente en las grandes ceremonias.
*Quizá te asustes al no verme ahí, donde tú crees que
estoy “principalmente”; te dirás que “ese otro”
Jesús no es “tu” Jesús, que te lo han cambiado. Esto
te hará pensar entre el Jesús real y el imaginario.
* Sí, yo soy el “otro” Jesús a quien tú buscas, el
Jesús que te busca y te pide que me sigas incondicionalmente y lo dejes “todo”,
incluida esa rebuscada imagen que tienes de mí, y quiere cambiarte hasta de
nombre, como hice con Simón. Quiero cambiarte para que tú ayudes a otros a
cambiar y a descubrirme en mi vida y mi evangelio. Quiero darte una nueva
identidad para que vivas con alegría mi Evangelio, para que seas alegría y
Buena Noticia para los pobres y excluidos, para mis “amigos” de verdad. Quiero
tenerte a mi lado para seas portador de liberación y saques de las mazmorras a los
privados de libertad. Te quiero a ti como eres, pero un poco más transformado.
*Ven conmigo y te haré mi discípulo amado y predilecto
en quien pongo mi confianza y mi Espíritu para que seas luz, misericordia,
bondad y ternura; quiero ungirte como mi profeta y mi portador de libertad para
los cautivos y presos de hoy.
2. CAMINO HACIA EL INTERIOR
2,1. La cárcel como experiencia
infernal
Existe en la teología una amplia y variada reflexión
sobre el “infierno”. Las expresiones para definirlo son también muy variadas:
carencia, ausencia, condena, sufrimiento, padecimiento, destrucción, pena,
castigo, perdición, esclavitud, aniquilación, deshumanización, sentencia
condenatoria, tormentos, culpa, pecado, sufrimientos corporales y espirituales,
…
El término infierno se viene aplicando a lugares,
situaciones y estados personales donde se concitan una variedad de realidades
marcadas por el sufrimiento y el dolor deshumanizador y sin límites.
La cárcel bien podemos definirla como lugar y
experiencia de sufrimiento, por lo tanto, de infierno. La cárcel es un estado
infernal donde se viven experiencias propias del infierno. Una situación humana
donde se pasa mal y se sufre, donde se dan unas experiencias amargas de
soledad, abandono, pérdida de libertad, de dignidad, de esperanza.
La situación por la que han pasado los presos con
motivo de la pandemia del Covid’19, y aún no sabemos si se repetirá, ha
supuesto para muchos de ellos, así como para funcionarios y Equipos Directivos,
reproducir vivencias tenidas en otros momentos amargos de inseguridad, miedos,
tragedias humanas, controles exhaustivos debido, por ejemplo, a la entrada al
interior de drogas, al número de suicidios que se suceden cada año en las
prisiones de España, etc.
Esta es la reflexión de una mujer presa en estos
momentos
Hoy quiero dedicar desde esta
triste cárcel, mis palabras que confirman que no pierdo la esperanza de que
estos muros conmigo no podrán. Está entrando el mes de abril y aquí los días
son tristes, a veces no sale el sol y mi corazón muere de angustia. Me siento
insegura por la situación del confinamiento. Observo miedo a mi alrededor, se
nos nota en la cara.
Aunque no esté al lado de los míos, pienso en positivo
y pienso que estoy al lado de ellos con todo mi ser. Siento preocupación por mi
familia, rezo para que no se contagien. Voy dando vueltas y más vueltas sin
parar por este patio maldito, en busca de un sentido para mi vida, de la
libertad perdida. A mi triste celda llegó la soledad, una soledad tan maldita
que no consigo arrojar.
En este silencio tan grande a Dios le pido llorando
una y otra vez que tenga compasión de esta su hija, de mi familia y mis
compañeras. Necesito fuerzas para continuar y poder seguir aguantando dentro de
estos muros. Que pueda salir sin que me marquen demasiado. Siento una gran
angustia que me está ahogando y la mayoría de las veces me siento muy triste, me
siento ahogar en mi propia soledad, angustias, impotencia ante las injusticias,
ante los silencios incomprensibles, ante esta sobre carga del coronavirus.
No quiero sufrir, pero sufro; solo Dios es quien sabe
de mi silencio. Soledad, inquietud mía, necesito el cariño de todos, de los de
pastoral que dan comprensión, cada palabra de ellos, necesito su presencia, los
recuerdos que mantengo de cada uno de ellos. Y lo necesito para poder resistir.
Lo que siento es algo que no sé explicar, es doloroso,
pero al mismo tiempo precioso, porque tengo paz... pero todo eso en silencio lo
afronto con fuerza e intento vivir, al menos aquí, confiando que Tú, buen Dios
y Padre de todos, no me abandonas, porque me proteges siempre con Amor.
2,2. La cárcel como lugar de
infierno
Una de las realidades sociales que conlleva el sello identitario
de infierno es, sin duda alguna, la prisión. Partiendo del concepto, de la
visión, de la realidad y de la experiencia podemos decir que, efectivamente, para
la gran mayoría de los privados de libertad, la cárcel es un verdadero
infierno.
Lugar maldito para una sociedad puritana.
Lugar necesario para una sociedad hipócrita e
injusta.
Cubo de la basura, estercolero de la sociedad.
Lugar “fuera” de la ciudad, distanciado, donde se
sacrifican las víctimas de la sociedad.
Lugar donde se rumia el fracaso humano.
Lugar donde los derechos humanos sufren limitaciones
insospechadas.
Lugar donde la dignidad humana se siente pisoteada.
Lugar de soledad, de angustias, de oscuridad, de
noches interminables.
Es un “Cementerio de hombres vivos” (Definición de
un preso de la cárcel de Carabanchel de Madrid, 1983)
Fosa común de una sociedad clasista, de descarte y
exterminadora.
Lugar donde muere la esperanza.
Lugar de una estructura inhumana, opresora, esclavizante,
con leyes y reglamentos amenazantes.
Lugar vacío de sentimientos, de nulidad existencial.
2,3. Jesús en el infierno
Decimos en el credo de los apóstoles que Jesús
“descendió a los infiernos”. Cristo bajó y tocó hasta lo más hondo la experiencia
del verdadero infierno humano. Cristo gustó el amargo sabor de la soledad, el
desprecio de sus familiares, la pobreza, el hambre, la marginación, el insulto,
la amenaza de muerte permanente, el desprecio y persecución de los
autosuficientes políticos y religiosos, el descrédito, la humillación, la
traición y la negación, la detención humillante, el encarcelamiento y la
tortura, el juicio amañado, injusto e inmoral, la condena a muerte despiadada y
sin razones, el abandono de gran parte de los suyos, la muerte en soledad y
gritando esa soledad y abandono ante el Padre (Mt 27,46)
Jesús tocó fondo en esa lucha interior que mantuvo
consigo mismo y con el Padre en el huerto de los olivos; una lucha que le llevó
a las lágrimas y a que su organismo reventara a través de ese sudor como gotas
de sangre que bañaba todo su cuerpo (Lc22,44).
Esa tensión que vivió Jesús fue la lucha entre la
fuerza del infierno, de tener que aceptar la cruz, la destrucción de su vida y
su cuerpo en aras de la redención de la humanidad desde su muerte y
resurrección.
La figura del Siervo de Yahvé, que nos narra Isaías (
Is 42,1-4; 49,1-6; 50,4-9 y 52,13 - 53,12), ofrece a esta situación de la
experiencia de prisión un matiz muy interesante, pues la realidad de la pérdida
de la libertad, en muchas situaciones y lugares, es lo más parecido a padecer
los mismos o similares síntomas que Isaías nos narra del Siervo sufriente, del
varón de dolores. Cada preso o presa, es un hombre o una mujer marcados por el
dolor, por la anulación de su dignidad y sus derechos, de rostro y espíritu
nada atrayente, desfigurado en su condición de persona. “desfigurado no parecía
hombre ni tenía aspecto humano (…) lo
vimos sin rostro atrayente” (Is. 52,14; 53,2)
. A la fealdad de la pobreza, de la carencia, de
soledad y el abandono, se añade el horror de, en muchos casos, haber perdido la
dignidad. Por eso el preso es para la sociedad como una especie de apestado,
“muchos se espantaron del él” (Is. 52,14) , “y ante él se ocultan los rostros” (Is
53,3)
Jesús, con su muerte y resurrección nos sacó y rescató
de ese infierno. Pues él, que era Dios, se hizo esclavo (Fil 2,7-8), para
vivir, sentir y sufrir la experiencia de los esclavos, de los “sin derechos”,
de los que no son “nadie”, de los pisoteados, manipulados y humillados de la
historia.
Cristo se sumergió en todos los infiernos de la vida
humana, todas las situaciones límite del dolor; el sufrimiento, la humillación,
la cruz, no le fueron ajenas, y llegó a transformar lo que era signo de muerte
y destrucción en una situación de gloria transformadora por la resurrección,
transformó la cárcel infernal en un camino hacia la salvación. Y porque Cristo
descendió a los infiernos bien podemos decir que en todos ellos está presente
Él, y así los infiernos de este mundo no son lugares de la ausencia total de
Dios, ni de condena irredenta, ni de destrucción definitiva con el triunfo del
mal. No hay experiencia humana sufriente ni lugar maldito generado por la
maldad humana que no haya sido, de alguna manera, vivido por Jesús y, por lo
tanto, redimido y salvado por Él. Por eso, toda situación infernal, como la
cárcel, desde Cristo, está abierta a la esperanza.
Vemos cómo Dios mismo, en Cristo, se sumerge y se
encarna en todas las experiencias infernales del ser humano y en las
situaciones y estructuras humanas y sociales donde se reproducen realidades de
sufrimiento y de pérdida de la dignidad y la libertad. Dios en Jesús asume el
dolor humano, especialmente en situaciones de injusticia donde se generan tantas
víctimas de odios, violencia y maldad.
Por lo tanto, Dios no está ausente en la experiencia
traumática e infernal de aquellos hijos que padecen la maldición de la cárcel
con la pérdida temporal y parcial de la libertad. Desde Jesús y su paso por todos
los infiernos humanos del sufrimiento, Dios se abaja hasta el infierno personal
de cada encarcelado para salvarle y redimirle, para liberarle y recuperarlo a
la plenitud de la salvación como hijo suyo.
Una prueba evidente de esta acción redentora realizada
por Jesús en plena experiencia de infierno sucedió en el escenario del
Calvario. Crucificado entre dos condenados a muerte como Él, y ante la súplica confiada
y llena de fe en el poder de Jesús, uno de ellos recupera la plena libertad y
la redención definitiva: “te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc23,43),
le garantiza Jesús.
Oración de un preso en la segunda estación del Vía
Crucis
“Jesús es
detenido e interrogado”
¡Qué mecanismos tan retorcidos utiliza el hombre, las instituciones,
para humillar y hacer sufrir!
Jesús fue utilizado como una marioneta entre el poder
religioso y el poder civil. Acusaciones de delitos inexistentes, pruebas
falsas, falsos testigos. Jesús no tuvo un juicio justo, no tuvo ninguna
garantía en su proceso. Todo fue una farsa, una pura comedia, tramado por los
jefes religiosos de Israel. La sentencia ya la tenían dictada. Pilatos está
lleno de buena voluntad y parece descubrir la inocencia de Jesús, pero es
cobarde y ambicioso, y cede ante las presiones de los Sumos Sacerdotes, del Sanedrín
y demás jefes religiosos, que terminaron por manipular el juicio hasta
conseguir su propósito: dar muerte a Jesús, el Nazareno, por blasfemo.
La tortura psicológica del interrogatorio acabó con
una de las torturas físicas más crueles y mortales: los cuarenta latigazos.
¡Cuántos métodos inhumanos se emplean para sacar la verdad o hacer confesar al
detenido! ¡Cuánta manipulación sigue existiendo en la Administración de
Justicia, donde los pobres seguimos soportando toda la dureza y el peso de la
ley! ¡Cuánta tortura psicológica y malos tratos, desprecios, insultos,
humillaciones y vejaciones tenemos que sufrir al paso de los distintos estamentos
del sistema policial y judicial!
Señor, contigo nos identificamos. Danos fuerzas para
no desfallecer. Tú nos das ejemplo. Que no caigamos en la trampa de la
provocación, de responder con violencia. Que sepamos perdonar, que defendamos
la verdad y nuestra dignidad. Que tú seas nuestro sostén y nuestra liberación (Cf.
Viacrucis en el C.P. de Alhaurín de la Torre, 1999 25 Cf. Ex 3,7ss)
2,4. La cárcel como lugar de gloria
y liberación
El descenso de Cristo a todos los infiernos humanos,
la encarnación de todo un Dios que se abaja de sus cielos para adentrarse en
las estructuras de injusticia y pecado, hacen posible la transformación, tanto de
las personas como de las propias estructuras de dolor, en realidades de
salvación y redención plenas.
La persona, víctima de experiencias negativas y
destructoras, sumida en el dolor y fracaso, puede llegar a convertir su
infierno personal y ambiental en una realidad transformante y esperanzada. Y
hay muchas personas que efectivamente han llegado a gozar de esa experiencia de
recuperar la vida, la dignidad, la libertad.
Pues la persona que vive la situación, muchas veces
deshumanizadora y destructora de la cárcel y como estructura de infierno, puede
desarrollar en su interior unos mecanismos de superación y lucha que le lleva a
recuperar la energía interior proveniente de la fe y confianza en Dios y en
Cristo Jesús. Y descubre que en la cárcel puede encontrar la verdadera grandeza
de su corazón y el sentido de su vida cambiando su experiencia de infierno en
una realidad de gloria y liberación.
Y no es difícil encontrarse con Dios, ya que Él se
fija en ese lugar, la cárcel, y quiere “bajar” para liberar al que sufre la
esclavitud25
Es la prisión lugar de bienaventuranzas, donde el
Reino de Dios se hace presente. Lugar de encarnación: Cristo personificado en
cada persona presa. Lugar donde se adora a Dios en espíritu y verdad. Lugar de
redención y misericordia. Lugar donde es posible la esperanza, la liberación. Lugar
donde se posibilita el encuentro con uno mismo, con el hermano preso y con
Dios. En la situación de confinamiento a causa del Covid’19, la prisión
posibilita el descubrimiento del Dios de la vida como fuente de liberación y
esperanza. Es el lugar donde se experimenta que es posible resucitar y ascender
desde el infierno, con una resurrección liberadora
El preso en la cárcel se siente abrazado en la
misericordia del Padre, abrazado por Cristo crucificado (infierno en la cruz).
La cárcel como medio desde donde el preso comienza a
construir su futuro en libertad, haciendo de su situación su propio camino de
liberación integral.
La realidad de la cárcel, a veces infernal para
muchos, se convierte en posibilidad de encuentro con el compañero preso,
descubriendo las bondades y las energías positivas del ser humano aún en medio
de la angustia y desesperación.
Para muchos la experiencia de la cárcel supone
convertirla en un camino. Camino hacia el encuentro consigo mismo, con la
humanidad sufriente, con Cristo encarcelado. Camino desde el infierno de la
cruz hasta la resurrección liberadora. Camino de esperanza en la integración e
inserción familiar y social.
Compartiendo las mismas experiencias de sufrimiento
hace que la solidaridad se despierte y haga brotar una sensibilidad especial
hacia el compañero que necesita más atenciones y cuidados.
De manera especial, la prisión favorece el
descubrimiento de la fe como medio eficaz de sentir la presencia de Dios en su
vida, como la única alternativa de salvación y esperanza. Desde el encuentro
con Dios y con Cristo se reafirma en la esperanza de luchar y proponerse la libertad
como meta de su vida.
Para muchos presos, la cárcel es un alivio, una
liberación, un lugar donde reparar fuerzas, recuperar la salud, desengancharse
de la droga, empezar a vivir. Para aquellos que, en la calle, ya se sentían en
el filo de la navaja, que tenían que optar por morir o seguir viviendo, aunque
sea en la cárcel, ése lugar maldito, supone una especie de refugio existencial,
desde donde da comienzo una nueva etapa en su vida, desde donde se comienza a
plantear el darse una segunda, tercera, o… más oportunidades.
Para algunos presos la cárcel les sirve de un período
de reciclaje, de discernimiento, de análisis de su vida, de sus errores,
equivocaciones, fracasos, rupturas. Es en la prisión donde se empiezan a darse
cuenta del sin sentido de sus vidas, del vacío existencial, y de tantas perlas
(valores) como han ido tirando a los perros y a los cerdos tiempo atrás26. Y es
en ese período sin libertad donde se produce, en más de uno, el proceso de
búsqueda de su identidad perdida, como persona y como cristiano.
La “búsqueda del tesoro escondido o perdido”, supone
el adentrarse en lo más profundo de su ser y hurgar en su almario para destapar
y encontrar tantos valores que están, ahí enterrados, en lo más recóndito de su
ser; valores que son el fruto de la herencia que recibieron de sus padres,
maestros, catequistas, entorno familiar y de buenos amigos. Valores y
experiencias positivas que fueron recibiendo y viviendo desde su infancia,
adolescencia y juventud.
Es el recorrido que realiza más de uno hacia el
interior de sí mismo, hacia el encuentro consigo mismo, con su ser más
espiritual. Y comienza a nacer, de nuevo, la esperanza, la ilusión y las ganas
de luchar, de recuperar el tiempo perdido y la alegría de vivir de antaño.
Renace con la esperanza, el deseo de valorarse como persona y de saber que
tiene en su interior tantos valores, tantas cualidades buenas, que ha sido siempre
una buena persona, pero que, por circunstancias de la vida, al elegir caminos
equivocados, al dejarse llevar y guiar por otros menos buenos, al caer en la
dependencia de la droga, han llegado a cometer atrocidades, han hecho sufrir a
sus seres queridos, se han hundido en el fracaso afectivo, han generado la
ruptura familiar, se han encontrado con la soledad y con la cárcel.
Sin embargo, para algunos la experiencia de la cárcel
les lleva a descubrir que tienen buenos sentimientos, que no han hecho el mal
por malicia; muchísimos de los presos viven la experiencia de un verdadero arrepentimiento
del mal causado a sí mismo y a los demás, que algunos piden perdón de corazón a
quienes han ofendido.
De ahí va surgiendo la fe en sí mismo, el descubrirse
y valorarse como persona, el darse cuenta y reconocer todo lo bueno que otras
personas, empezando por su propia familia, han ido sembrando en él a lo largo
de su historia personal. Lo que supone en él un estímulo muy importante para
seguir luchando en la recuperación de valores, para descubrir otros nuevos,
para sentir la necesidad de amar y ser amado, para valorar mucho más a su
propia familia, para crecer en responsabilidad e ir asumiendo compromisos de superación
de cara al futuro.
También la estancia en prisión supone, para más de
uno, el encuentro con Dios, la recuperación de una fe muy olvidada y
abandonada. Puede ser que, de entrada, esa fe revista unos tintes de cierto
interés cuando se ven con la soga al cuello y tienen que gritar desesperados
“sálvame, Señor, que ya no puedo más”.
Es una fe necesaria, que brota del corazón y de la
realidad de extrema pobreza en la que se encuentra el preso; pobreza que le
hace palpar la nada de su vida, el vacío, la necesidad tan imperiosa que tiene
de sentir a Dios, de percibir la presencia salvadora de Cristo para sobrellevar
la situación de la cárcel. Buscar la luz de Cristo en medio de la oscuridad de
prisión es un impulso irrefrenable. ¡Qué bien entendía Jesús el corazón de los
pobres! Pues sólo el que se siente pobre, desasistido, sin apoyaturas humanas,
percibe lo maravilloso de la gratuidad, la necesidad de que Alguien le transmita
una Buena Noticia, de que Alguien sea una Buena Noticia para él. Por eso decía
Jesús “que los pobres son evangelizados” (Cf Mt 7,6 27 Mt 11,5; Lc 7,22) y son
quienes reciben la Buena Noticia del Reino, y quienes mejor la captan y la
entienden y la viven.
2,5. El Covid’19 entra en escena
1) En la cárcel pero no encarcelado
Al parecer, a primeros de este año 2020, ya se va
notando el runrún de la aparición Covid’19 como enfermedad por el coronavirus.
Haciéndose notar como lugar de origen en Wuhan, en China. La expansión del
virus, transmitida por y entre los humanos, es rápida y misteriosa.
Las aglomeraciones de las personas y los lugares de
gran concentración humana es el medio idóneo del contagio. Hay situaciones
humanas que, debido a la edad o a otras circunstancias patológicas, se
convierten en más vulnerables. La realidad de la cárcel supone un peligro
evidente de riesgo extremo. Hay que proteger a los presos y a todo el personal
laboral.
Cierre hermético de los Centros Penitenciarios. Medidas
de extrema seguridad. Presos y funcionarios solos ante el peligro. Se cierran
las puertas a todo tipo de colaboración desde el exterior. La Pastoral
Penitenciaria ve anulada su capacidad de intervención. Solo le queda rezar y
esperar.
El virus invisible puede hacer su aparición en el
medio penitenciario. Puede estar en la cárcel, pero no encarcelado.
Desgraciadamente goza de una libertad descontrolada jamás deseada por el ser
humano.
2) Consecuencias devastadoras
Internos y funcionarios viven y padecen experiencias
inusuales, nuevas, desconocidas. La situación puede ser alarmante. Se decreta
el confinamiento total.
Las medidas de seguridad afectan dramáticamente a los
presos. Se anulan todo tipo de comunicaciones personales con los familiares; comunicaciones
normales por locutorios, vis a vis y especiales. Se suspenden las
intervenciones desde el exterior de todas las Entidades colaboradoras con la
Institución, incluida la Pastoral Penitenciaria. Se suspenden las visitas de
abogados y fiscales. Suspensión de juicios. Aplazamientos sine die de toda
actuación de la justicia. Suspensión de permisos a internos de segundo grado y
todas las salidas programadas.
Se produce una ruptura casi total con el exterior.
Aunque se habilitan algunas medidas de comunicación telefónica y por video
llamadas con los familiares. Pero no todos los presos tienen la posibilidad de
poder conectarse con el exterior; son los indigentes, los que no tienen
familia, los extranjeros.
Es un colectivo humano de alto riesgo que queda
“anulado”, invisible para el resto de la sociedad. Personas en situación de
riesgo que no cuentan para el conjunto social. Las prisiones se convierten en
una burbuja hermética, invisible.
Nadie visibiliza hacia el exterior la cruda y
dramática realidad de lo que viven y sienten los internos y los funcionarios.
Para los privados de libertad el confinamiento es
absoluto. Son sometidos a un doble confinamiento: la privación de libertad y la
anulación de muchos derechos básicos en la vida de cada interno y de todos en
su conjunto.
El
testimonio de una Trabajadora Social de Sevilla I nos sitúa ante el drama
vivido por los internos.
“Buenas tardes, ha sido un día muy complicado en el
Centro de llamadas de peticiones, nerviosos; normal. Hasta ahora estoy poniendo
mensajes a compañeros para terminar flecos de llamadas a las familias
prioritarias.
No puedo descansar del cansancio que tengo, pero no es
un reproche es lo complicado de estar privado de libertad lo que conlleva.
Nosotros volvemos a casa llamamos nos comunicamos,
ordenador, video llamada con la familia y amigos. Compramos, gestionamos...
Pero ellos?. Las familias no pueden ir, algunos no tienen dinero y no pueden
llamar. Los bancos les ponen pegas para las transferencias. Ninguna
organización puede entrar. Y para colmo nos llaman para decirnos que se han
quedado sin trabajo y dinero y no tienen para comer. Nos hemos pasado una
mañana dando teléfonos de caritas, de Servicios Sociales, y los que nos han
facilitado para que les lleven comida sobre todo Polígono Sur. Sí, pero me
preocupan ahora más las familias sobre todo los mayores, que están solos.
Gracias por todo; para darte las gracias siempre por
todo. Ahora se nota mucho vuestra no presencia ellos están solos y
funcionarios. Pues sí, ninguna actividad ni escuela ni reuniones.... Ni
organizaciones, visitas. Le vendrán muy bien hay algunos muy solos y muy
perdidos.
Bueno pide, en tus plegarias por todos y sus
familias.... Luego vendrá la segunda parte, pero con trabajo saldremos
adelante”
El testimonio de un interno de Asturias
Me llamo Julio y soy un interno del módulo 5. Estos
meses de confinamiento han sido muy duros para nosotros al no poder comunicar y
ver físicamente a nuestras familias.
Nuestra angustia fue grande pues no sabíamos qué estaba
pasando verdaderamente ahí fuera.
Solamente el hablar por teléfono con nuestras familias
y las cartas del capellán y los voluntarios nos tranquilizaban algo y fuimos
sabiendo que aquí dentro no estábamos tan mal. Pudimos llevar una vida más o menos
normal, con más medidas de limpieza, cuidado a la hora de las comidas, mayor
limpieza, etc… Pero no pudimos ver a nadie, ni tuvimos la visita de los
voluntarios, ni talleres, ni nada de nada. El día se hacía muy largo y aburrido
pero por lo menos podíamos hacer deporte, jugar a las cartas, pasear por el
patio, cosas que mi familia no podía hacer.
3) El vacío
Todos somos conscientes de las vivencias profundas de
vacío, de inutilidad, de sinsentido de la vida cuando hemos comprobado los
efectos perniciosos de las medidas de seguridad sanitarias a las que nos hemos
tenido que someter todos. No solo los presos han padecido, por supuesto, que
con más crudeza que nosotros los efectos y las consecuencias de esas medidas.
También a los miembros de Pastoral Penitenciaria nos ha afectado seriamente
esta nueva realidad que ha trastocado y volteado nuestros esquemas, proyectos, programaciones,
ilusiones, seguridades,…
Todo suspendido. Todo inutilizado. Y más, en el
momento pastoral, litúrgico y vivencial de nuestra realidad más profundamente
cristiana, más necesariamente salvadora, como lo era Cuaresma, Semana Santa y Pascua.
¡Qué sentido de vacío! Cuántas preguntas sin
respuesta, cuántas reflexiones no nos hemos hecho sobre la inseguridad o superficialidad
de nuestros esquemas, de nuestras programaciones pastorales todos llenos de
ilusión, de motivaciones cargadas de esperanza pensando en el bien que les
hacemos a los presos, ideando el beneficio que ellos percibirían de nuestra
pobre presencia en sus vidas.
Y nos viene a la mente y al corazón aquellas palabras
de Jesús “sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5 29 Lc 4,18s). Es también para nosotros un toque de atención
para que nunca nos apartemos de Cristo, para ser conscientes que nuestra vocación-misión
parte desde el mismo Jesús, pues a Él a quien anunciamos y hacemos presente en
el corazón de cada persona privada de libertad, ya que somos enviados por él
para anunciar la Buena Noticia a los pobres y la liberación a los cautivos.
A este respecto hay una oración acertada de Patxi
Loidi (P. Loidi, Mar adentro; ed, Sal Terrae 2009) que titula “Una comunidad que convence y
llena”. Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús, cuando habla de Jesús, y
no de sus reuniones. Cuando anuncia a Jesús y no se anuncia a sí misma. Cuando
se gloría de Jesús y no de sus méritos. Cuando se reúne en torno a Jesús y no
en torno a sus problemas. Cuando se extiende para Jesús y no para sí misma. Cuando
se apoya en Jesús y no en su propia fuerza. Cuando vive de Jesús y no vive de
sí misma (….).
Una comunidad no se tambalea por los fallos, sino por
la falta de fe. No se debilita por sus pecados si no por la ausencia de Jesús. No
se queda pequeña por carencia de valores, sino porque Jesús dentro de ella es
pequeño. No se ahoga por falta de aire fresco sino por asfixia de Jesús. La
comunidad sólo se pierde cuando ha perdido a Jesús. Una comunidad es fuerte cuando
Jesús dentro de ella es fuerte. Una comunidad pesa cuando Jesús dentro de ella
tiene peso. Una comunidad marcha unida cuando Jesús está en medio. Una
comunidad se extiende cuando extiende a Jesús. Una comunidad vive cuando vive
Jesús. Una comunidad convence y llena cuando es la comunidad de Jesús
4) Ausencia y presencia de la
Pastoral Penitenciaria
Para la Pastoral Penitenciaria esta situación provoca
una especie de vacío, de sinsentido para nuestra razón de ser que justifica la
presencia en la vida de los internos. Nuestra ausencia provoca en muchísimos presos
un vacío mental y espiritual, aparte de verse privados de la riqueza gozosa que
produce para ellos el encuentro humano con los miembros de la Pastoral
Penitenciaria.
Por todos los medios posibles a nuestro alcance hemos
intentado desde el exterior hacernos presentes en el espíritu de cada interno e
interna. Esta situación tan extraña y novedosa ha puesto a prueba nuestra imaginación
y creatividad, alentada por el Espíritu de Jesús, sin duda alguna. Nos ha
supuesto tener que reinventar modos y formas de presencia, de acercamiento, de
comunión en espíritu con cada uno de los presos de nuestros Centros
Penitenciarios; también nos ha puesto a prueba a la hora de entender y expresar
el Evangelio de modo que les llegase a cada cristiano privado de libertad un
nuevo modo de descubrir en él la presencia, no solo de la Palabra de Jesús,
sino también el testimonio y la comunión de los Capellanes, Voluntarios y
bastantes cristianos sensibles a su situación.
Han sido muy variadas y extraordinariamente ricas las
maneras en las que la Pastoral Penitenciaria se ha hecho presente en la vida de
los privados de libertad. A este respecto es interesante leer todas las
experiencias e iniciativas llevadas a cabo en toda España durante este tiempo
de la pandemia, recogidas en el Boletín Puente número 104 (abril-junio 2020).
Desde todas las Delegaciones y Capellanías, tanto
Capellanes como Voluntarios, hemos ido dando respuestas humanas y espirituales
a presos y familiares, así como tratando de visualizar ante la sociedad la realidad
dramática por la que han pasado unos y otros.
Desde la Delegación de Sevilla dos cartas dirigidas,
una a los presos y presas de los cinco Centros Penitenciarios y la otra a
Capellanes, Sacerdotes y Voluntarios
“Los Capellanes y Voluntarios de la Pastoral
Penitenciaria vivimos con preocupación la situación por la que estáis
atravesando en estos momentos a causa del Covid’19. Ya llevamos más de un mes
sin tener ningún contacto, ni reuniones de formación, catequesis o
celebraciones de la misa; sin poder realizar salidas programadas previas a la
Semana Santa, la madrugada, y otras actividades. Sentimos profundamente no
poder compartir con vosotros estos momentos cargados de angustia y dolor, y
acompañarnos mutuamente desde la fe y la esperanza.
Nos duele vuestro doble aislamiento. Por una parte, el
hecho de estar privados de libertad cumpliendo condena o en situación de
preventivo, y, por otra, el estar sometidos a medidas especiales de control y
seguridad para evitar el contagio del coronavirus debido a vuestra especial
circunstancia de hacinamiento como situación de mayor vulnerabilidad. A esto se
añade otra situación que agrava vuestro problema, la incomunicación personal
con vuestros familiares, aunque se os esté facilitando la comunicación vía
telefónica con ellos. A excepción de quienes carecen de vínculos familiares en
el exterior.
También sentimos el hecho de que estéis privados en
estos momentos, y por circunstancias de seguridad, de la presencia de Entidades
sociales y religiosas que siempre os aportan estímulos, cercanía, atención
personalizada, refuerzo espiritual.
Desde Pastoral Penitenciaria, no solo a título
personal de Capellanes y Voluntarios, sino también de muchísimos cristianos,
parroquias y grupos, como otras muchas personas de buena voluntad, nos hemos
sentido muy unidos a todos y cada uno de vosotros, así como a vuestras
familias, a través de la oración. Constantemente rezando a Dios Padre y a
Cristo nuestro Libertador, para que os dé la fuerza y el coraje para manteneros
firmes y confiados en esta lucha contra el virus y su posible contagio. Del mismo
modo, a través de cartas escritas por todos ellos para daros nuestro apoyo,
confianza y fortaleza en la fe y en la esperanza.
Nos sentirnos en comunión a pesar de la distancia
física, estamos con vosotros y vosotras, alentándoos y enviándoos nuestro
cariño, fortaleza y confianza.
Del mismo modo nos sentimos en estrecha vinculación
con los Equipos Directivos y Funcionarios de interior, así como con el personal
sanitario, valorando y apoyando vuestra entrega y servicio inconmensurable.
Esperamos que pronto vaya remitiendo esta situación
tan excepcional y poder reencontrarnos como amigos y hermanos.
A quienes estáis privados de libertad y a los
funcionarios os enviamos un fraternal saludo lleno de ánimo y esperanza. “Recordando
aquellas palabras de la carta a los Hebreos (13,3): "Acordaos de los
presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados,
pensando que también vosotros tenéis un cuerpo", seguro sentimos que algo
importante de nuestra vida nos falta. Extrañamos la ausencia del encuentro, la
comunicación, el diálogo, las reuniones de catequesis, los momentos de oración,
la eucaristía. Se nos hace duro no poder estar con nuestros hermanos los presos
y presas. La verdad es que rezamos POR ellos, pero no estamos rezando CON ellos
en estos momentos. Si esta situación de desierto es una prueba dura para
nosotros, que estamos en libertad, aunque también encarcelados de alguna
manera, imaginemos la crudeza que está suponiendo para los privados de libertad
esta terrible cruz de un mayor y más cruel aislamiento.
Y porque los sentimos muy dentro de nosotros, porque
son parte de nuestra vida de fe, y asumimos sus penas y sufrimientos, su pasión
y su cruz, queremos seguir estando a su lado, en comunión con ellos y sus
familias de otra manera distinta, en la distancia sí, pero en estrecha comunión
de corazones.
Por ello os invito a escribir cartas de apoyo y
consuelo a los presos y presas escritas por los miembros de la Pastoral
Penitenciaria, capellanes, voluntarios, cristianos, sacerdotes, personas de buena
voluntad, etc.
Unidos en la esperanza de un feliz mañana para retomar
nuestra misión pastoral con ellos, recibid un fraternal saludo.”
Desde la Delegación de Córdoba escriben cartas a internos
y funcionarios
“Queridos amigos internos e internas:
Se nos echó la Semana Santa encima y, aún, no podemos
estar juntos en estos días tan señalados para nosotros... Nos consuela pensar
que, como cada Semana Santa, el Viernes Santo, con el dolor de la Cruz,
desemboca en la alegría inmensa de la Pascua. Este año, como los apóstoles,
tendremos que vivir una larga noche de separación de vosotros, pero, nos
alienta la esperanza de que llegará, también para todos, el gozo del
reencuentro, cuando la vida vuelva a vencer a este tiempo de prueba.
Confiamos mucho en la protección de nuestra Patrona,
la Virgen de la Merced. Ella, que esperó pacientemente con los discípulos de
Jesús que resucitara de entre los muertos, sostenga nuestra confianza de poder
pronto saludarnos, abrazarnos y seguir compartiendo tantas cosas que nos
aportáis y nos enseñáis cada día.
Recibid nuestro saludo más sincero y cercano. Feliz
Semana Santa y Pascua de Resurrección.”
“Queridos amigos del Equipo Directivo y funcionarios:
En estos días tan señalados de Semana Santa queremos
haceros llegar nuestra cercanía más afectuosa y agradecida por vuestro trabajo.
Si en tiempos ordinarios vuestra labor es ya de por sí
complicada, cuánto más lo será en estos momentos en que la incertidumbre y el
cansancio por una situación que no parece remitir, puede complicar, aún más, el
desarrollo de vuestras tareas.
Cada tarde, los ciudadanos aplaudimos a los
profesionales sanitarios. Estad ciertos de que ese aplauso tiene también
vuestros nombres y el de vuestras familias en el centro de nuestro corazón.
Esperamos que, cuanto antes, podamos salir de esta
prueba colectiva, con mayor deseo de vivir más pendientes los unos de los
otros, de crear una convivencia más humana y más solidaria.
Os encomendamos a nuestra Patrona, la Virgen de la
Merced, para que Ella os guarde, os proteja y aliente en vuestra misión. Feliz
Semana Santa y Pascua de la Resurrección del Señor.
Desde la cárcel de Navalcarnero viene esta bonita y
profunda reflexión:
“La cárcel no es solo una escuela de vida, sino es
sobre todo una escuela de humanidad y de evangelio, donde la compasión y el
perdón nos hace reconocer que todos somos humanos; esas dos realidades, compasión
y misericordia, nos llevan a encontrarnos con la debilidad y grandeza de todo
ser humano, una debilidad y grandeza que por formar parte de nuestra misma
esencia, nos hace ser personas, nos hace reconocer que todos nos necesitamos y
nos lleva a reconocer a un Dios que hace posible nuestra debilidad, desde la
suya propia. El pasaje del Génesis, donde lo que pretendemos es “ser como
dioses”, nos hace enfrentarnos a nuestra propia soberbia; pero el Dios
crucificado en el Gólgota, su agonía y su entrega, nos hace reconocer nuestra
propia debilidad y palparla de modo especial.”
Algunos destellos del sentir la comunión con los
internos por parte de miembros de la Pastoral Penitenciaria:
† Me estoy formando en la pastoral penitenciaria, para
que una vez que estemos preparados ir a visitaros y llevaros lo que únicamente
tenemos: AMOR. Amor desinteresa, gratuito, sin perjuicios, sin rencor, ese amor
que se escribe y se lee en mayúscula. Os llevaremos unas manos donde poder
agarrarse, unos oídos para escuchar, y unos ojos para que veáis únicamente
comprensión… tu y yo nos encontraremos encerrados en diferentes lugares, pero
ni la tuya ni la mía nos hace presos… intento todos los días reeducar mi
espíritu, aceptando que el hecho de estar VIVO en sí, es un regalo maravilloso,
así que vamos aceptarlo como tal. Dios nos ha equipado con instrumentos para
que seamos nosotros los que elijamos nuestro destino (…). Pensemos en positivo,
tengamos pensamientos hermosos, en este mundo estamos para ser felices, aun en medio
del sufrimiento; ríete de ti mismo, y esa sonrisa enséñasela a los demás, donde
haya tristeza intentemos poner alegría, la alegría disipa lo peor de nosotros
mismos… Cuídate, canta, baila, escribe, lee y si eres de rezar pues reza, y
recuerda que para ser libre da igual donde este nuestro cuerpo, al alma nunca
se la puede encerrar.
† A una madre en Alcalá: Hola, ¿Cómo lo llevas? Yo en
este tiempo, me da por cuidar mucho a la gente de mi alrededor y a la que tengo
más lejos,… Tengo la sensación de que después del coronavirus habremos cambiado
en muchas maneras de pensar y de hacer las cosas; en lo que antes me parecía
importante y lo que me parecerá después, lo que antes eran “mis derechos” a
veces por encima de los demás y la manera de mirar a las otras personas con las
que tengo relación habitualmente y de valorarlas ahora, pensando que alguno de
nosotros puede faltar. Por eso, ya estoy “ensayándome” a ser un poco mejor para
los demás. A lo mejor nos pasa a muchos y el mundo comienza a cambiar.
En el caso de tu bebé no solo cambiará el mundo. Tu
niña/o, al cuidarla/o, lo preparas para ser más feliz, más inteligente, más
capaz de relacionarse bien con los demás.
Pues ¡Ea! A cambiar el mundo cuidando de tu bebé.
Disfrútalo. Se pasa rápido ese tiempo.
† Os escribo esta carta para animaros en estos tiempos
tan difíciles que estamos pasando, en los cuales estamos todos cerrados a la
libertad. En este periodo de tiempo que vamos a estar lejos de vosotros pero
muy presente en nuestras mentes y en nuestros corazones, quiero que te observes
a ti mismo, que valores lo maravilloso que eres y que estás hecho a la imagen y
semejanza de Dios.
Acepta hoy que tu vida es el regalo más precioso que
has recibido de parte de Dios. Siempre piensa en que tu familia está afuera
deseando que todo esto pase para poderos ver y dar muestras de cariño.
Os dejo una poesía con todo mi cariño y sobre todo
rezar y pensar en que Dios está ahí siempre.
Tarde o temprano las nubes se irán.
El sol volverá a iluminar tu vida
y tendrás que seguir luchando,
no solo por ti,
Sino por los que te quieren,
Por esos para los que tú eres un sol.
Mucha fuerza para todos.
† Querido hermano en el Señor. Estoy escribiéndote hoy
para que sientas el calor humano que puedo ofrecerte y te ayude a pasar estos
terribles momentos de angustia y desolación.
Desde mi situación, quiero que sepas que rezo por ti a
Dios para que te dé valor y puedas sobrellevar tu propia cruz. Que te sientas
acompañado en tus horas bajas y que hay personas que pedimos por ti.
Todo pasará muy pronto y si Dios quiere, podremos
compartir la Eucaristía, El Perdón y también La Paz del Señor.
† Querid@ herman@: ¿Sabes? Estoy aprendiendo desde
hace algún tiempo que tengo una FAMILIA mucho mayor, en la que caben todos los
seres humanos, y por eso, te quiero decir que TE QUIERO. Que no estás sol@ y que
mucha gente anónima, pero con alma se une a ti, especialmente a ti, que estás
pasando por estos momentos de soledad y de tristeza, en una cárcel dentro de
otra cárcel, a ti, especialmente a ti, que estás pasando unos momentos de
soledad que se suman a muchos momentos más de soledad, que parecen no tener
nunca un final a la vista.
Yo te animo a que mires y veas que dentro y fuera no
hay gran diferencia, que los que estamos fuera estamos también en reclusión, y
que es a veces peor, porque ni siquiera somos consciente de que somos prisioneros
de nuestra falta de amor. Estamos en una reclusión obligada porque no hemos
sabido ser fraternos, y estábamos tan divididos y sin tenernos unos a otros en
cuenta, que la Vida misma nos ha llamado la atención.
Tenemos que aprender a escuchar lo que la Vida nos
dice para que entendamos que somos todos una gran FAMILIA. Por eso, permíteme
expresarte todo mi Amor, como si fueras mi propia FAMILIA, mi propio Padre, mi propia
Madre, mi propia esposa, mis propios hijos. Porque ¿sabes? La Vida me ha
permitido saber que es cierto, que mi carta no dice nada que no sea Verdad. Y
la Verdad es que estamos todos más unidos de lo que nos imaginamos, no importa
si dentro o afuera. Afuera o adentro es una circunstancia, pero la gran FAMILIA
está en todos lados donde nuestro corazón nos permita mirar.
† Querido amigo:
En estos momentos duros y difíciles que estamos
viviendo, y que ti te afecta de manera especial en tu reclusión carcelaria,
quiero hacerte llegar unas palabras de compañía y consuelo para que sientas que
no estás solo, que somos muchos los que somos sensibles a tu situación tan
singular.
Es grande el desamor que existe en nuestro mundo, y su
atención es algo que urge y que no puede dejarnos indiferentes. Pero quizás el
amor y el desamor que más te cueste abordar sea el de tu propia situación
personal, el que te compromete día a día: los conflictos cotidianos, las tensiones
de convivencia, la soledad sórdida, el vacío existencial, la desesperación
vital y la depresión, que en estos días posiblemente van en aumento provocando
cansancio, tedio y desesperación.
La experiencia que tenemos del amor es a menudo
decepcionante. Nos sentimos muy carentes de amor y también muy vulnerables, y
no nos atrevemos a amar y nos perdemos lo mejor, lo único importante en la
vida. Y claro, el amor no vivido enferma. El amor tiene que usarse. Si se
acumula por falta de uso, al final se convierte en odio contra uno mismo, o se
convierte en narcisismo…
Solamente el amor nos convierte en personas, en seres
humanos…A menudo, la enfermedad intenta llamar la atención sobre la ausencia de
amor… Se dice que, en los momentos difíciles, lo único que sana es un amor incondicional.
En medio de la soledad, en medio del temor, en medio de la sensación de
incomprensión y rechazo que en estos días estamos viviendo, late el corazón de
toda cosa, el genuino corazón de la vida…
Cuando la inspiración ha desaparecido, cuando estás
dispuesto a rendirte, es el momento en que puede hallarse la sanación en la
ternura escondida que hay en el dolor. Uno despierta a la ternura por la vida
cuando ya no puede defenderse de la vulnerabilidad de su condición, de la
fragilidad básica de la existencia. Este es el momento en que puede tocarse el
genuino corazón compasivo de Jesús.
En el fondo mismo puedes descubrir agua, el agua
curativa del amor misericordioso e incondicional de Jesús. Allí abajo, en la
espesura de las cosas, descubrimos el amor que nunca muere.
Que ojalá, querido amigo, esta situación sea un
momento de gracia en tu vida, que irrumpa en ti lo que a todos nos hace ser lo
que somos, ser hermanos unos de otros llevados por la pasión, por un amor
gratuito y sin límites, que es el camino por excelencia que nos conduce a la
experiencia de la vida eterna y definitiva.
No olvides que no estás solo. Recibe un abrazo grande
y entrañable.
† Hola amigo, hola amiga. Hoy te comprendo mejor que
nunca. Hoy que no puedo ir a pasear, que no puedo ir a tomar una cerveza con
los amigos, que no puedo ir al cine con mi mujer, que no puedo ir al parque, a
la playa o a la montaña.
Este virus nos ha igualado a todos en la falta de lo
más preciado que puede tener una persona: Su libertad. Es curioso cómo sólo te
das cuenta cuando la pierdes.
Probablemente estarás pensando que qué te voy a contar
yo, que no sepas ya ¿verdad? Y tienes razón, claro que la tienes. Tampoco
pretendo comparar las situaciones, pero sí quiero decirte que, para mí, está
suponiendo un aprendizaje importante, un aprendizaje que espero que me enseñe a
dar valor a las cosas que realmente lo tienen y no a las estupideces que nos
consumen tanto tiempo y energía.
Hoy me he acordado de ti por todas estas razones y quiero
mostrarte mi respeto y transmitirte, de corazón, todo mi ánimo y mis mejores
deseos para que puedas recuperar lo antes posible nuestro más preciado tesoro: La
libertad.
† Mariposas sin alas
vosotros, que carecéis de libertad,
vosotros, que respiráis entre paredes,
qué difícil es ponerse en vuestra piel,
en estos momentos de dura realidad.
Ricos, pobres, poderosos, desvalidos,
la naturaleza nos encierra,
no hay diferencias, pero sí valores,
entrar en sí mismos, seguir vivos.
El cambio está por llegar,
las alas todavía duermen,
quizás este encierro nos enseñe,
lo que vosotros habéis aprendido ya.
† Hola a todos. Espero que en estos momentos con
nuestras cartas de la Pastoral Penitenciarias veáis las muestras de cariño que
tenemos para todos vosotros y ese apoyo que lo tendréis siempre con nosotros.
En los momentos en los que la angustia os envuelva pensad en Dios, leed el
evangelio a diario y dedicar algunos ratos a la oración.
Os dejo mis palabras de ánimo, con mucho amor. No te
deprimas, pues tú haces de tus días lo que tú quieres, que sean aprovechados,
vívelos, sonríe, vence tus temores. Llora, si necesitas hacerlo, saca lo que
llevas dentro, pero jamás decaigas porque de estos saldremos juntos y
volveremos a reírnos juntos, y volveremos hablar, a darnos un abrazo y
compartir juntos la catequesis, la oración y la eucaristía. Os mando muchos
ánimos a todos
† Estimado hermano en prisión.
Hoy viernes santo, en que celebramos el día de la
Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, por fin me decido a dirigirte unas
palabras.
Llevo días pensando qué comunicarte, que te ayude a
sobrellevar esa prisión impuesta ya que de cara a la sociedad, a nosotros en
supuesta libertad, has cometido un delito, me da igual cuál, sancionable con la
correspondiente pena, establecida en nuestro ordenamiento jurídico. Es una
verdad digamos que relativa, por los condicionamientos de todo tipo, a la que
tienes que acoger para luego, pasado este duro tiempo de falta de libertad,
vuelvas si Dios quiere, a disfrutar de la libertad de la que “los libres”
disfrutamos y sobre todo consigas insertarte como uno más entre nosotros.
Sólo Dios sabe lo que tenemos en el corazón, lo que
hacemos e hicimos y nuestras intenciones. Pido a Cristo crucificado, inocente y
que además quiso voluntariamente cargar con nuestras culpas para liberarnos de
nuestras indignidades, te ayude a perdonarte a tí mismo, Él ya lo hizo por
todos y vayas recuperando tu senda. El sacramento de la reconciliación puede
ser un camino liberador y sanador que te inundará de gracia, alegría, tranquilidad,
serenidad y hasta clarividencia. Le pido a Jesús esa liberación interna que con
seguridad te dará esa felicidad que obtenemos con la gracias mientras cumples
esta condena y te ayude a ir buscando ese camino de redención, que legó Jesús
de Nazaret a la humanidad con su muerte y Resurrección.
A mí en esta Cuaresma y Semana Santa me hubiera
gustado confesarme con las facilidades QUE TENÍAMOS ANTES del confinamiento por
el COVI19. Y te digo por qué: El sacerdote actuando en persona de Cristo me reconcilia
con el Padre, derrama sobre mí el perdón de los pecados y siento que Dios me
abre sus brazos entrañables de Padre para abrazarme a pesar de los pesares,
¡está deseando hacerlo! “Os digo que, habrá en el cielo mayor alegría por un
pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad
de conversión arrepentimiento (Lucas 15, 7).
Pero ahora quiero manifestarte mi solidaridad contigo,
porque con este confinamiento, reclusión a fin de cuentas en nuestras casas,
para hacer frente a este CORONAVIRUS que afecta a todos sin distinción de nada;
me hace pensar y compadecerme de tu situación por años .. no sé…; quiero
pedirte disculpas por mis omisiones que hayan podido invitarte a delinquir, por
esta sociedad de consumo que atrapa en sus fauces y hace pensar que el que más
tiene y consume es el mejor de todos; por las apariencias que te hayan hecho
sentirte excluido de esa ciudad en la que vivías, en fin tantas faltas de
solidaridad y compañía que nos llevan sin darnos cuenta por raras veredas y
vericuetos.
También esta falta de libertad que tenemos con el
“quédate en casa” es por el bien de todos y es ¡tan parcial respecto a la tuya!
Tú hermano en prisión la llevas viviendo hace tiempo. Me uno a ti, ahora que
padezco esa escasa falta de libertad, pudiera ser un aviso del cielo de Dios al
sin rumbo que llevábamos.
Concluyo, retrovisionando el pasado Viernes Santo que
es cuando comencé a escribirte y digo: - Hoy Viernes Santo 10 de abril de
2020-, Jesús dio la vida por todos para liberarnos a ti ya mí de nuestras
esclavitudes y acciones execrables que incluso a nosotros mismos tras la
invitación y aceptación del pecado, nos avergüenza y hasta encoleriza porque
nuestra débil humanidad es así de vulnerable.
Él, Jesús nos hace recuperar la verdadera libertad.
Esto es lo que le pedía al Espíritu Santo que me permitiera expresarte en esta
carta.
† Hermano en prisión rezo por ti, para que te sientas
lo más acompañado posible y pido porque el Espíritu Santo te consuele y dé
calor. Te expreso mi solidaridad y compresión ¡de verdad! Siente mi abrazo
deseándote la libertad interior que está por encima de la reclusión en prisión,
intenta rezar. Verás un solo Padre Nuestro, nuestro PADRE DEL CIELO, ESTÁ
ESPERANDOTE PARA ABRAZARTE! Siéntete amado, yo siento compasión = padezco
contigo esa reclusión. Te transmito un abrazo afectuoso, y que no puedo
visitarte y espero que estas palabras te lleven alguna compañía.
5) Crecimiento espiritual y caminos nuevos de
evangelización
Sin duda que en medio de esta experiencia de la
pandemia, el Espíritu nos ha ido moldeando a su estilo para que revisemos
nuestros esquemas mentales, espirituales y psicológicos. Ha sido un tiempo de
reciclaje y conversión.
Tanto para los internos como para los miembros de la
Pastoral Penitenciaria hemos sufrido una experiencia de “desierto”, de
purificación, de transformación. Tanto ellos como nosotros nos hemos visto
sorprendidos por el vacío y el sinsentido de un modo de ser personas y
creyentes anclados en hábitos y costumbres, en esquemas pastorales y métodos
tradicionales, en celebraciones y ritos, que, de repente, nos hemos quedado sin
nada; sin saber qué hacer ni cómo hacer.
En este tiempo de la pandemia la cárcel, más que
nunca, ha supuesto para los presos el pasar por un proceso de desierto.
Experiencias de soledad, abandono, aislamiento radical, nulidad como personas.
Sentir profundamente la vivencia de pertenecer a la clase social de los
descartados, olvidados e ignorados por la sociedad y arrojados a esos
cementerios de hombres vivos, a esos desiertos de infinita amargura.
Pero, tanto cementerio como desierto, la cárcel
también puede ser el lugar de encuentro con uno mismo, de reconciliación
personal y social, de experiencia profunda de buscar y encontrar el sentido de
la vida. Lugar de experiencias profundas para el encuentro con Dios y con
Cristo. Espacio vital para recuperar energías perdidas, valores no encontrados
o desaparecidos, fe en las posibilidades interiores y fe en el Dios de la liberación.
En la situación-experiencia de cárcel-desierto, como a Juan el Bautista, llega
la Palabra del Señor con fuerza para provocar una reacción insospechada en el
corazón de cada persona presa que le llevará a preparar caminos de esperanza y
de liberación integral desde la conversión y el cambio del corazón.
Se da, pues, un proceso de camino hacia el interior
que le supone un crecimiento en el ámbito de la espiritualidad, de la
recuperación de la fe, del descubrimiento de Cristo como el motor de su vida.
Todos tenemos testimonios de presos que durante el
tiempo del confinamiento han potenciado la lectura de la Palabra de Dios, los
momentos de oración y reflexión. Incluso ha habido experiencias de haber
realizado estas vivencias en grupo con otros compañeros de Módulo.
Es prueba evidente que el Espíritu de Jesús ha ido
iluminando y acompañando a los privados de libertad a lo largo de esta
situación dolorosa.
También a los miembros de la Pastoral Penitenciaria el
Espíritu nos ha ido enriqueciendo con sus dones potenciando en nosotros la
creatividad de habernos hecho presentes en sus vidas acompañándolos a través de
nuevos modos y técnicas de presencia y comunión espiritual.
Un recorrido hacia el interior de cada preso ahondando
en el misterio de una vida sin sentido que termina cuajando en un proceso de
conversión y esperanza.
EN MEDIO DE LA TORMENTA DE MI VIDA
La noche con sus poderes, el miedo, la tristeza.
La noche de mi vida.
¡Cuánta oscuridad hay en mi vida!
¡Cuántas sombras cubren mi existencia!
¡Y cómo he preferido “vivir” la noche,
“vivir” de noche!
Se dice que la noche es para dormir.
Pero yo preferí cambiar el ritmo de mi vida,
y convertí el día para dormir y la noche para gozar,
para disfrutar, para esconderme en las sombras
y oscuridades de mis comportamientos, de mis
tropelías.
“De noche todos los gatos son pardos”.
Eso pensaba yo.
Hasta que llegó el día y todo se descubrió,
todo salió a la luz. Y contemplé el fracaso de mi
vida.
El mar, con sus peligros, la inestabilidad,
el vértigo, el mareo, incluso la muerte.
El mar y la muerte, todo un símbolo.
¡Cuántas veces me he tirado al mar de la vida
sin medir los peligros,
las consecuencias de mis acciones arriesgadas!
Pensaba que tenía garra, fuerza, valentía,
Que era capaz de desafiar todos los peligros,
Y me zambullía en el mar del más difícil todavía.
Y lo probaba todo, y lo consumía todo,
lo devoraba todo.
Y sin darme cuenta, el mar me “zampó”,
me tragó sin piedad.
Como a Jonás la ballena.
Hasta que el mar me vomitó y me encontré así,
donde estoy ahora, como estoy ahora.
Los vientos contrarios y el cansancio acumulado.
La vida, esa forma de vivir, me zarandeaba a su gusto.
Me convertí en un pelele en manos de los vientos.
Y esos vientos provenían de aquellos a los que
consideraba “mis amigos”.
Eran vientos agradables, desafiantes.
Me dejaba llevar, me dejaba arrastrar. Era cómodo y
hasta divertido.
Esos vientos me arropaban. Me daban seguridad.
Estaba como en “una nube”.
Hasta que el viento se calmó.
Y me di cuenta de la realidad de mi vida.
Y quise recobrar la serenidad, el tiempo perdido….
El vacío, la frustración, el fracaso.
Me encontré solo ante mí mismo.
¿Dónde está mi juventud? ¿Dónde mis sueños?
¿Dónde mis valores? ¿Dónde mis esperanzas?
Y ahora, me enfrento a mi propio fracaso, al vacío,
a la frustración de una vida perdida en la noche,
en el mar, arrastrado por los vientos contrarios.
Miro mis manos y las encuentro vacías.
Miro mi interior y no hallo más que amargura.
Miro mis ojos y están cargados de tristeza.
Miro mi vida y me da miedo.
No me reconozco. No sé quién soy.
El desánimo.
Empiezo a perder la ilusión y la esperanza.
Me pregunto si seré capaz de recuperar lo perdido.
Si volveré a ser como antes.
Si mi vida tiene solución.
Escucho tantas voces que me dicen
que ya no tengo remedio, que soy un caso perdido.
Que soy un fracasado….
Y me lo repiten una y otra vez.
¡Estoy cansado de esta vida!
¡No debo tirar las perlas a los cerdos!
¡No voy a tirar por la borda de mi vida
la riqueza que hay en mí!
Los recuerdos desagradables.
¡Cuántos fantasmas acuden a mi mente
en estos momentos!
Son los fantasmas de mi pasado.
Son las sombras de la noche de mi vida.
Son los sentimientos de fracaso,
de vacío existencial, del miedo.
Y la película de mi vida pasa por delante de
mi corazón
descargando sin piedad imágenes
de un pasado tortuoso, desagradable, lleno
de terror,
de violencia, de muerte, de destrucción.
Me siento atormentado por la inutilidad de mi vida.
La ausencia del amor, de la fe, de personas buenas.
La ausencia de Jesús en mí.
Creí que no necesitaba a nadie más que a mí mismo.
Pensé que yo era autosuficiente, fuerte.
Que podía andar solo sobre el agua.
Me las arreglaba yo solo para tirar de la vida,
para luchar, para salir de todo
sin que nadie me ayudase.
Yo no era un cobarde. Nada me daba miedo.
Creía que amaba, pero solo utilizaba a las personas
para satisfacer mi placer, mi egoísmo,
mi ambición, mi orgullo.
Incluso pensaba que tenía fe en Dios,
pero me fui apartando de él y vivía como si él no
existiese.
Me fui alejando de las personas buenas
que había en mi vida, que solo querían ayudarme,
Pero las consideraba un estorbo para seguir adelante
con mi proyecto de vida.
No me entendían, no me comprendían.
PERO ¡YA ES HORA DE DESPERTAR!
Todo ha sido un mal sueño ¿verdad?
O no estoy soñando y resulta que es verdad todo lo
anterior…
Mi vida, hasta ahora ¿ha sido un mal rollo? ¿Un mal
sueño? ¿Una pesadilla?
¿Qué debo hacer? No puedo seguir así…
¿Quién me va a ayudar a salir de este agujero en el
que está sumida mi vida?
“De repente, Jesús caminaba hacia ellos andando sobre
el agua”,
Creían ver un fantasma
JESÚS, se hace presente en mi vida.
Viene a mí. Me invita a caminar sobre el agua hacia su
encuentro, como lo hizo Pedro.
Lo empiezo a descubrir lentamente.
Aunque, a veces, me hundo, y le grito: “sálvame”.
Por eso, cuando Jesús está presente en mi vida resulta
que:
•Las olas, los vientos, la noche, la oscuridad, el
frío, los miedos desaparecen.
•Mi vida recobra sentido, se llena de luz
•Hay una ilusión y una esperanza que brotan en mi
interior
•Desaparecen todos mis miedos y mis angustias, mis
tristezas y desconfianzas
•Descubro la riqueza que hay dentro mí y las
posibilidades de ser mejor cada día
•Recobra fuerza el sentido de la libertad, de mi
dignidad
•Tiene sentido luchar por mi reinserción
•Descubro la bondad de tantas personas maravillosas
que hay a mi lado
•Me encuentro con el amor, con la fe, con la esperanza
•Recupero la alegría de vivir, de sentir, de amar, de
creer.
En la vivencia profunda de la persona presa cuando
siente que “todo está perdido” para él, recupera el sentido de su vida desde la
fe gritando al Señor “ayúdame”
"CUANDO TODO ESTÁ PERDIDO"
Cuando todo está perdido cayendo a la inmensidad de un
vacío, caigo a un pozo sin fondo que parece nunca terminar.
Cuando la desesperación inunda nuestros corazones y no
nos parece haber perdido todo, aparecen en medio de los oscuros días de la
cárcel, los grises de la vida que te muestran que, tras esos cercos de acero,
aún hay vida y esperanza.
Cuando todo está perdido y ya ni los seres queridos se
acuerdan de tú porque para muchos la cárcel es como un cementerio. El mundo se
olvida de que aquí hay personas vivas que un día nos equivocamos pero que hoy
que hoy amamos y luchamos por cambiar.
Cuando llegas a la cárcel esposado y rodeado de los
guardias, un gran sentimiento de silencio y soledad invade tu vida. Atrás queda
tu hijo, tus padres y amigos.
Ahora desde la soledad de mi chabolo, descubro que la
cárcel no es buena porque me va robando la vida poco a poco. Es tal el
sentimiento de dolor que ya ni sentimos ni padecemos. ¡AYUDAME, ¡SEÑOR, DIOS
MIO! Entonces y solo entonces, Señor, cuando
todo está perdido nos acordamos de tu nombre y de nuestra boca pronunciamos:
¡Ayúdame Señor, Dios mío! Sólo entonces cuando ya nadie me cree por mis
mentiras y la vida se me escapa de mis manos, te pido Señor: ¡Misericordia! Ahora
en este punto oscuro y gris de mi vida, entro en mi interior y me doy cuenta
que todos me han abandonado a causa de mis errores.
Sin embargo, tú, Dios, haga lo que haga y lo que haya
hecho, nunca me abandonaste. Yo sé que tú siempre estás y has estado en mí.
Ahora aquí cuando ya todo estaba perdido, descubro,
Señor que haga lo que haga y lo que haya hecho, tú nunca me avasallaste...
Aunque no te vea, tú estás y has estado en mi vida de caídas. He sido yo el que
me aparte de tu camino.
SOLO TU PERMANECES A MI LADO
Señor, cuando todo está perdido, sólo tú permaneces
siempre a mi lado y nunca me abandonas. Gracias Jesús por tu amor
inconmensurable. Ahora no me siento sólo. Sé que tu amor lo tengo para siempre
Te ruego Señor que me enseñes a quererte.
En la prueba surge esta oración de un preso que se
siente necesitado de recuperar la fe: Jesús, Dios de mi vida, te agradezco por
entrar en mi vida en esta situación tan espantosa de la cárcel y mostrarme el
camino que necesito alcanzar para ser feliz.
De Ti provienen
todas las fuerzas y el verdadero amor que me impulsa a seguir adelante en los altibajos
de mi vida. Yo creo en Ti, mi Señor, pero aumenta mi fe.
Hazme vivir
tranquilo y con seguridad en el corazón. Infunde tu gracia sobre mí y que
confíe ciegamente en ti, que me aparta del miedo y del dolor que me infunde
esta terrible experiencia de cárcel con sus fantasmas proyectándose en mi
interior.
Dame un poco de
fe, que pueda sanar las heridas de mi corazón, que me dé esperanzas en medio de
la adversidad y que me haga fuerte en medio de la prueba, que me libere de toda
condición de pecado en la que estoy atrapado. Me siento culpable por haberme
apartado de Ti y por el daño causado a tantas personas inocentes. Te pido
perdón por las veces en que creí que era superior a los demás y por lo poco que
importaba su vida y sus sufrimientos.
Dame hambre y sed y de Ti, renueva mis ánimos y guíame
siempre en el camino que lleva a Ti y hacia los demás. Dame fuerzas para
afrontar los miedos y la inseguridad que tengo a causa del coronavirus.
Ilumina y fortalece a mis compañeros y a mi familia y
puedan superar esta prueba y tormento.
Sé que siempre estás a mi lado, aunque no sea capaz de
verte ni sentirte. Dame fe y confianza en ti Señor.
Ahora desde la soledad de mi chabolo, descubro que la
cárcel no es buena porque me va robando la vida poco a poco. Es tal el
sentimiento de dolor que ya ni sentimos ni padecemos.
ORACIÓN DEL PRESO
Cristo, yo soy un preso. Solo tú sabes lo que cuesta
rezar a un preso. En nuestro ser más profundo explota
a cada
instante la rebelión.
Es difícil rezar, es difícil creer, cuando uno se
siente
abandonado por la humanidad, cuando tienes que pasar
por
este otro infierno añadido a causa del Covid’19.
También para ti fue difícil rezar en la cruz, y
gritaste tu
angustia, tu cólera, tu desilusión, tu amargura:
"Padre, ¿Por qué
me has abandonado?".
Quizá sea esta la única oración que podamos hacer.
Un "por qué", que en tus labios era
distinto, porque tú
eras inocente. Nosotros no somos inocentes: no lo es
ningún
hombre sobre la tierra. "El que esté sin pecado
que tire la primera piedra', dijiste un día.
Pero nuestro "por qué" es una petición de
justicia, aunque pocos quieran escucharnos y crean en nosotros como personas.
Jesús, tú también fuiste un preso, un torturado, un
acusado y un condenado. Tú, cuyo último escándalo, fue canonizar, sin milagros
ni procesos, a un ladrón condenado a muerte.
A Tí, Señor, víctima de todas las injusticias
cometidas por la justicia humana, dirigimos nuestro grito.
Acéptalo como oración. Perdona y olvida todo el mal
que hemos hecho. Aunque no todos los hombres nos
perdonen y nos sigan marcando en la sociedad como
delincuentes.
Es terrible la marca que sella a los presidiarios.
Señor: una marca que ni siquiera respeta a los inocentes. Porque aquí, entre
nosotros, también hay inocentes. Pobres víctimas de familias desestructuradas,
de
amores no recibidos, de abandonos en la infancia, de
incultura, de juventud marginada y excluida, de injustas
estructuras sociales,
Señor, no me gustaría perder mi dignidad humana por el
hecho de haber entrado en la cárcel. No quiero
renunciar a ser persona.
Quiero creer que tú, al menos, el más justo e inocente
de los condenados, serás capaz de comprender
mis lágrimas y mi rabia. Tú solo eres mi último hilo
de esperanza verdadera.
Perdona Señor, si detrás de estas rejas, miro furioso
y con rabia a una sociedad que me señala y me
excluye.
Cristo, dame fe en la verdadera libertad, en esa
libertad que está dentro de nosotros y que nadie puede
arrebatarnos. Danos fe en nosotros mismos y en nuestra
capacidad de regenerar nuestra vida según el modelo
que nos ofreces en tu evangelio.
Madre Santísima de la MERCED, ruega por nosotros
sedientos de libertad, rompe las cadenas que nos
esclavizan y anulan como personas. Vela y protege a
nuestras familias.
Extiende tu manto maternal sobre esta prisión, para
que, entre todos, consigamos humanizar y
dignificar nuestras vidas.
En un momento de reflexión, vino a mi mente el poema
de Gustavo Adolfo Bécquer “volverán las oscuras
golondrinas. El poeta amó mucho a una mujer que se
encuentra ausente. Todo lo que pasó, todos esos
momentos que vivieron, “no volverán”. Desde una
perspectiva algo más positiva, sería una invitación a
aprovechar el momento en tanto que las cosas pasan y
hay que aprender a vivirlas puesto que van y vienen
como las golondrinas del poema, y no nos las podemos
perder. Se me ocurre que esta poesía la podemos
personalizar aplicándola, en esta ocasión, a la
experiencia de la pandemia que estamos viviendo y que, de
manera especial, la están viviendo los privados de
libertad. ¿Cómo traducir al lenguaje actual y ante el
panorama del Covid’19 que está presente en nuestras
vidas y que pende de un hilo sobre las cabezas de
cada preso o presa o funcionario? Es un buen ejercicio
reconvirtiendo la poesía con lenguaje actualizado
utilizando el coronavirus como nexo lingüístico para
ofrecer otra “traducción” de la poesía. Sería bueno el
compartirlo con los presos y voluntarios. Que por
imaginación que no quede.
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
·
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
·
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
·
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
·
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
·
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
nadie así te amará.
3. Y EN EL CAMINO, MARÍA
Dice la letra de una canción mariana titulada “Santa
María del camino” Mientras recorres la vida tú nunca sólo estás, contigo por el
camino Santa María va. Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven.
Ya vimos al inicio que María es una mujer siempre en
camino. Camina de Norte a Sur, de frontera a frontera de la exclusión, de
lugares alejados de las ciudades donde se “depositan” a pobres, inmigrantes, excluidos
y delincuentes. María siempre en busca de los más humildes y desheredados de la
maquinaria injusta del poder, del capitalismo devorador, de las estructuras
injustas de corrupción y descarte.
Y en el camino sufriente de la vida de los pobres y
marginados se hace presente María, la Madre Corredentora. La Madre que siempre
es Merced y gracia, que es dulzura y esperanza, que extiende su mano protectora
sobre sus hijos que padecen las injusticias y se quedan sin derechos ni
libertades.
María se nos presenta a la comunidad cristiana, a la
Iglesia, como la Mujer que, con su canto del Magníficat (Lc1,46-55 32), se pone
al frente del gran movimiento, que luego continuará su Hijo Jesús, de los que
viven y sienten al Dios de la liberación.
María se siente pobre radicalmente, no solo desde el concepto
social, que lo era, sino la pobre de Yahvé que expresa sin ambages que solo los
pobres y humildes entienden el corazón del Padre, quien se fija y se complace
en los más débiles, en los que no tienen más apoyaturas que la de confiar
ciegamente en Él que eleva a la categoría de hijos a los pobres y oprimidos y
derriba del trono a los opresores y soberbios (Lc 1,55s)
La joven de Nazaret no tuvo que “hacer una opción por
los pobres”, ya que ella, como lo fue el Hijo de sus entrañas, vivieron la
pobreza más radical que se fundamenta, no solo en la carencia de medios materiales,
“pues el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza” (33 Mt 8,20), sino
en poner en Dios toda su vida, entregarse y ponerse en sus manos como lo hizo
María: “aquí está la humilde esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”
(34 Lc 1,38).
Por eso la predilección de María por los pobres y
oprimidos, su identificación con ellos, le viene dada por su profunda fe en el
Dios de la Liberación. Una fe que se enraíza en la experiencia profunda que
tenía el pueblo de Israel expresada desde la presencia de Dios en el proceso de
liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto (35 Ex 3,1ss).
.Nosotros cantamos y proclamamos a María de La Merced
como Madre de la Libertad. Ella está encarnada en la realidad profunda de la
experiencia de cárcel, metida muy dentro en el corazón de cada persona presa
que se siente amada por Dios y que pone en Él su confianza.
Por eso, de modo especial, María acompaña el proceso
de cada preso y presa por conquistar su libertad como plenitud de su dignidad y
felicidad. Y lo acompaña en esos momentos cruciales por los que va pasando a lo
largo de la maquinaria procesal desde la comisión del delito, el proceso
judicial y penal, la estancia de la cárcel. Todo ello vivido como experiencia
profunda de infierno, de desierto o de cementerio.
Vivencias que van marcando a la persona que las sufre
acompañadas siempre desde la profundidad de sentimientos de soledad, abandono,
vacío, nulidad de ser, pérdida de la dignidad, cautividad.
Para la Pastoral Penitenciaria es una gran riqueza
poder contar con la experiencia profunda que la Virgen María tenía del Dios de
la Liberación y que expresaba con su propia vida.
Importante es para nosotros poder ofrecerles a los presos
y presas la espiritualidad que vivió la Virgen María, de modo que ellos se
sientan siempre acompañados por la presencia maternal de María en su siempre
doloroso camino del calvario cargando con cruces pesadas de dolor y
sufrimiento.
Jesús, camino del calvario, en plena situación de
dolor y derrota, se hace presente su Madre para consolarle y fortalecerle.
También María de La Merced acompaña a cada persona privada de libertad y la
acoge en sus brazos y la consuela en los momentos más amargos y tristes de su
experiencia en prisión.
Del mismo modo María acompaña en el camino hacia la
libertad a quienes la han perdido y miran a la Madre con esperanza y corazón
humilde, confiando siempre en aquella que es consuelo y luz, maternidad infinita
que abraza al pobre y desvalido y lo acompaña hasta su Hijo Jesús, el Gran
Libertador. Porque María, al igual que acompañó al grupo de discípulos de Jesús
en momentos de incertidumbres tras la Ascensión de Jesús al cielo y en la
espera gozosa de Pentecostés, manteniéndose unida a ellos en la oración y la
esperanza (Hch 1,14), así la Virgen es para los presos presencia maternal,
certeza de una fe inquebrantable en la Palabra del Señor que cumple lo prometido
(Lc 1,45), es camino de libertad.
En estos tiempos de incertidumbres, miedos y
precauciones a causa de la pandemia, nadie mejor que ponernos bajo el amparo
maternal de nuestra Madre la Virgen de La Merced para afrontar con confianza el
futuro hacia una plenitud en la conquista de la libertad, personal y social,
hacia un futuro en el que el proceso de humanización y dignificación de las
cárceles vaya siendo una realidad incuestionable, un mañana en el que las
estructuras judiciales, penales y penitenciarias sean el reflejo del modo de
ser y de actuar de las personas que encarnan esas realidades y que deben
realizar su cometido profesional con un corazón más cargado de misericordia y
compasión que de venganza y castigo contra quienes actúan al margen de la ley.
En ese camino de liberación, tanto de las personas
privadas de libertad como de las estructuras legislativas, judiciales y
penitenciarias, está inmersa la Iglesia desde su misión liberadora a través de
la Pastoral Penitenciaria.
Como ocurriera en los primeros momentos de la Iglesia
apostólica, también nosotros, los miembros de la Pastoral Penitenciaria con los
privados de libertad, nos cobijamos bajo el manto maternal de la Virgen María,
Nuestra Señora de La Merced y con ella nos unimos en la oración sincera y
humilde, con la firme esperanza de que Ella nunca nos abandonará y caminará con
nosotros alentándonos en la tarea y misión evangelizadora de los pobres y
cautivos.
Una de las acciones pastorales significativas en la
devoción mariana es, sin duda, el rezo del rosario. Los presos nos solicitan
que les llevemos rosarios para colgárselos al cuello como un amuleto, como
objeto mágico de protección. Es necesario fomentar la reflexión sobre la Virgen
María desde unas catequesis apropiadas. Y no vendría mal elaborar unas
catequesis sobre los cuatro Misterios del Rosario: gozosos, luminosos, dolorosos
y gloriosos. Y, por supuesto, enseñándoles a rezar el Rosario como devoción
para meditar, reflexionar y orar con María.
4. ORACIONES A MARIA, MADRE DE LA LIBERTAD
1) MAGNIFICAT
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas
las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos
los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido
a nuestros padres,
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
2) MARÍA DEL ROSARIO
María, joven con el mundo en el alma.
Sutil, discreta, oyente, capaz de correr riesgos.
Joven de la espera, que afronta la batalla
y vence al miedo.
Señora del Rosario,
que canta la grandeza escondida en lo pequeño.
María, la Madre.
Hogar de las primeras enseñanzas,
discípula del hijo hecho Maestro.
Valiente en la tormenta,
arriesgada en el sufrimiento,
con el Hijo crucificada abriéndote al Misterio.
Refugio de los pobres que muestran,
indefensos, su desconsuelo
cuando duele la vida,
cuando falta el sustento,
cuando sobreviene la desgracia,
cuando la pena te abarca.
Aún hoy nos sigues hablando,
a través de todos los tiempos
mostrándonos la senda que nos lleva al hermano,
guiándonos en el camino que nos lleva
hasta Jesús, que nos acerca a la vida.
3) SANTA MARÍA DE LA LIBERTAD
Santa María, Madre de la libertad,
dirijo hacia ti mi corazón lleno de confianza
porque sé que tú velas y cuidas de mí y de mi familia.
Ruega a tu Hijo Jesús, nuestro Redentor y Libertador,
por todos nosotros sedientos de libertad,
que rompamos las cadenas que nos esclavizan
y nos anulan como personas.
Acompáñanos en la difícil tarea de ser personas libres
de verdad.
Extiende tu corazón maternal sobre esta prisión, para
que,
entre todos, consigamos humanizar y dignificar
nuestras vidas.
Intercede ante tu Hijo Jesucristo y ante el Padre Dios
para que nos veamos libres de todo mal
y que no volvamos a caer
en los mismos errores del pasado. Amén.
4) MARÍA, MADRE DE MISERICORDIA
En tu seno y en tu regazo maternal, María,
acogiste al fruto de la Misericordia del Padre.
Envuelto en tu ternura diste cuerpo y alma
al Ungido por fruto del Espíritu del amor.
Del Padre te revestiste en su misericordia
y se la comunicaste al Hijo amado de tus entrañas.
En tu Hijo Jesús recibimos su mismo Espíritu
que nos empapa y nos abraza en la misericordia del
Padre.
Y con tu Hijo, que pasó por la vida
“haciendo el bien y liberando a los oprimidos”,
nos sentimos enviados como testigos de su misericordia
para
“anunciar la liberación a los cautivos y poner en
libertad a los presos”.
Que, al igual que tú, nos revistamos
de “entrañas de misericordia”
para con los pobres, los marginados y encarcelados.
Que seamos para ellos fuente de ternura,
abrazo reconciliador, pies que acompañan,
5) ORACION DEL PAPA A LA VIRGEN POR
LOS AFECTADOS
Oh María, tu resplandeces siempre en nuestro camino
como signo de salvación y de esperanza
Confiamos en ti, Salud de los enfermos,
que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, salvación del pueblo cristiano
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que proveerás
para que, como en Caná de Galilea
pueda volver la alegría y la fiesta
después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que nos diga Jesús
que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos
y se ha cargado con nuestros dolores
para llevarnos, a través de la cruz
a la alegría de la resurrección. Amén.
6) HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR
Hágase en mí lo que quieras Tú.
Aquí estoy para lo que Tú mandes.
Habla Señor, que voy a decir Sí.
Llámame que voy corriendo.
Te escucho sin prisas para enterarme bien
y saber lo que Tú quieres
para decirte rápidamente "Sí, quiero".
Tu ya lo sabes:
lo que Tú quieras eso quiero yo,
sin que yo deje de ser yo delante de Ti.
Cuenta conmigo para lo que quieras
y sea lo que Tú digas.
Tienes la respuesta en mis labios
en el instante mismo
de leer yo en los tuyos,
todavía Tú no tienes labios, no te los he dado,
tu deseo y tu voluntad: Hágase
Hace más de veinte siglos que lo dijiste Tú:
desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada
Hace más de dos mil años que te cantamos
y esculpimos y te pintamos.
Hace casi setecientos cuarenta mil días
que te decimos dichosa, bendita, bienaventurada,
y tratamos de imitarte.
Hace veinticuatro mil meses
que todos los meses son el mes de María.
¿Cuántos millones de Avemarías
han pronunciado nuestros labios humanos confiando en
Ti,
suplicando, agradeciendo, pidiéndote?
¿Sabes, cuantos millones de Avemarías en cuántas
lenguas?
Dios te salve María la llena de gracia,
le bendita y bienaventurada porque has creído,
porque el Señor está contigo. Amén
7) SOLO QUIERO MIRARTE Y QUE ME
MIRES
María Inmaculada,
sólo quiero contemplarte en silencio, largamente,
bañarme en tu ternura, hermosa fuente del perdón
y la gracia que yo espero.
De dicha y libertad eres venero,
de paz y de justicia eres torrente,
esperanza de pobres y dolientes,
anticipo del mundo venidero.
Mendigo de la luz y la belleza a ti,
Señora del amor, liberadora,
te suplico tan sólo una mirada.
Si tú me miras, mi naturaleza,
esclavizada, impura y pecadora,
podrá llegar a ser inmaculada.
8) MARÍA, CANTADORA DE LA GRACIA:
Cantadora de la gracia,
que se ofrece en los pequeños,
porque sólo los pequeños saben acogerla.
Profetisa de la liberación,
que solamente los pobres conquistan,
porque sólo los pobres pueden ser libres.
Queremos creer como tú, María,
queremos rezar contigo,
queremos cantar tu mismo Magníficat.
Enséñanos a leer la Biblia, leyendo a Dios,
como tu corazón la sabía leer,
más allá de la rutina de las sinagogas
y a pesar de la hipocresía de los fariseos..
Enséñanos a leer la historia,
leyendo a Dios, leyendo al hombre,
como la intuía tu fe,
bajo el bochorno del Israel oprimido,
frente a los alardes del Imperio Romano.
Enséñame a leer la vida,
leyendo a Dios, leyéndome,
como lo iban descubriendo tus ojos,
tus manos, tus dolores, tu esperanza.
Te lo pedimos a ti, María y Madre,
para que intercedas por nosotros
ante tu Hijo Jesús. Amén.
9) MARIA A LOS PIES DE LA CRUZ
Ya antes de nacer mi Hijo y días después de su
nacimiento,
conocí la noche de la duda, de la fe,
pero nunca creí que la noche fuera tan profunda.
Ahora es terrible; parece como si no viese ninguna
ventana con luz.
Solo puedo cerrar los ojos, entrar en la cuesta
arriba.
¿Qué queda de todo aquello? ¿Eso es ser una madre?
¿Perderlo todo?
¿Por qué se ha de salvar siempre con sangre?
¿Por qué los inocentes deben pagar por los culpables?
¿Por qué le ha tocado a mi hijo sufrir y morir?
Ayer en el Calvario estaba más en mi seno que en
Jerusalén,
clavaban dentro de mí, martilleaban dentro.
Era mi segundo parto, más doloroso que el primero.
Después de muerto volvió a pertenecerme.
Quitando espinas, sangre, barro, fui reconquistando su
Cuerpo;
y, si cerraba los ojos, le hallaba como entre sueños.
Cuando la losa fue rodada y cubrió el sepulcro no
hubo,
-como en Belén- ni ángeles, ni cantos, ni pastores,
no se oyó la voz del Padre.
En mis oídos solamente resonaban los latigazos,
los martillazos, las carcajadas...
Ahora ha vuelto la calma, ya veo brillar la luz
de la esperanza en medio de esta noche tan profunda.
No me queda nada más que esperar.
Pienso en mis hijos que están en la duda, en la noche
de la fe.
Quisiera decirles que creyeran a pesar de todo,
que esperasen a pesar de todo.
Él vendrá porque lo dijo, y estará con todos nosotros
para siempre.
Ánimo hijos. A la sombra del dolor sigue siempre la
luz de la esperanza.
Oración
Madre, María. Gracias porque sabes sufrir.
Gracias porque sabes afrontar la noche de la duda.
Gracias porque sabes esperar.
Tú serás la luz en nuestras dudas,
en medio de las vacilaciones de nuestra fe, en nuestra
noche.
Los ánimos que tú nos das no los olvidaremos
cuando nos llegue la hora.
Recordaremos en todo momento que a la sombra del dolor
sigue siempre la luz de la esperanza.
10) GRACIAS, SEÑOR, POR MARÍA
Gracias, Señor, en nombre de los pobres
que en ti encuentran motivo de esperanza
y ánimos en la lucha por su dignidad.
Gracias por el impulso de la liberación que,
desde los profetas, diste a la humanidad
para hacer una tierra de hombres libres e iguales.
Gracias por Cristo, tu Hijo, que prefiere la
misericordia
antes que el rigor de la ley.
Nuestro canto de gratitud se extiende a María,
mujer libre y esperanzada,
la que canta esperando que las cosas cambien,
aquella que proclama la certeza de un Dios
que está de parte de los últimos,
los humildes, los encadenados.
Ella nos da energía y fe
para anunciar de nuevo aquel año de gracia,
aquella amnistía que tu Hijo Jesús inauguró en el
mundo.
Cuando la losa fue rodada y cubrió el sepulcro no
hubo,
-como en Belén- ni ángeles, ni cantos, ni pastores,
no se oyó la voz del Padre.
En mis oídos solamente resonaban los latigazos,
los martillazos, las carcajadas...
Ahora ha vuelto la calma, ya veo brillar la luz
de la esperanza en medio de esta noche tan profunda.
No me queda nada más que esperar.
Pienso en mis hijos que están en la duda, en la noche
de la fe.
Quisiera decirles que creyeran a pesar de todo,
que esperasen a pesar de todo.
Él vendrá porque lo dijo, y estará con todos nosotros
para siempre.
Ánimo hijos. A la sombra del dolor sigue siempre la
luz de la esperanza.
Oración
Madre, María. Gracias porque sabes sufrir.
Gracias porque sabes afrontar la noche de la duda.
Gracias porque sabes esperar.
Tú serás la luz en nuestras dudas,
en medio de las vacilaciones de nuestra fe, en nuestra
noche.
Los ánimos que tú nos das no los olvidaremos
cuando nos llegue la hora.
Recordaremos en todo momento que a la sombra del dolor
sigue siempre la luz de la esperanza.
11) SANTA MARÍA DE LA LIBERTAD
Madre, Nuestra Señora de la Merced:
El amor te ha hecho libre,
como el alba a la mañana.
Tu corazón pobre es libre,
con la libertad del Reino.
Tu corazón manso es libre,
con la libertad de un Dios cercano.
Tu corazón de hambre y sed de justicia es libre,
con la libertad de un Dios plenitud.
Tu corazón misericordioso es libre,
con la libertad de un Dios amor.
Tu corazón en paz es libre,
con la libertad de ser llamada Hija de Dios.
Tu corazón perseguido por la justicia es libre,
con la libertad de ser tuyo el Reino.
Tu libertad te lleva a ser feliz,
cuando la injuria o la persecución,.
a causa de Jesús, llama a tu puerta.
Entonces te alegrarás y regocijarás,
porque la recompensa será grande en el Reino.
Bienaventurada tú, porque has creído en Jesús, tu
hijo,
como el Señor y el Libertador.
12) ORACIÓN DE UN PRESO (G. B.)
En este día de Nuestra Señora de la Merced, he querido
dedicar estas palabras a todos mis compañeros que se encuentran “PRIVADOS DE
LIBERTAD”, sin dejar atrás a sus familias que también sufren por nosotros.
Por eso quiero pedirte, Señora, desde lo más profundo
de mi corazón que tú nos protejas y nos des fuerza para seguir adelante y no caer
en la tristeza y nostalgia.
Tú sabes, Madre mía de la Merced, cuantas veces hablo
con tu Hijo, nuestro Señor, y aunque, por el momento no se cumplen mis ruegos,
tengo la fe de que un día todo esto se acabará y nos dará fuerza para enfrentarnos
a la sociedad, esa sociedad que muchas veces nos margina sin conocernos. Sin
conocer los motivos de desesperación que nos han traído hasta aquí, ya sea por
necesidades o por el problema mas grande que existe hoy en ella, que es la
“DROGA”, ese maldito diablo que cambia a las personas. Bien sabes tú, Señora,
que la mayoría de esas personas cuando consiguen salir de ella, son las que
tienen más sentimiento y cariño.
Por eso te ruego, Señora, que quite a la sociedad esa
viga que tiene en sus ojos, para que puedan ver nuestros problemas y así poder
ayudarnos. Por eso quiero pedirte en tu día que toques los corazones de la
justicia de los hombres, para que sean más clementes a la hora de condenar, porque
la única justicia que de verdad prevalece es la de Nuestro Señor Jesucristo,
con indulgencia y perdón, pero que a la vez es severa, ya que para encontrar la
felicidad antes hay que sufrir.
Por eso, Señor, sigo luchando, por eso y por mi
familia, para que también pueda encontrar la paz y la felicidad al ver mi
arrepentimiento y mi cambio de conducta. Pues es en la superación de los malos
momentos donde se encuentra el crecimiento. Por todo ello, te pido perdón,
Madre.
Perdóname las horas de seguir un mundo de pecado. Por
volver a ti cansado de seguir un mundo equivocado