Agenda Parroquial de la Semana

viernes, 27 de mayo de 2022

Homilia dia de la Ascensión del Señor

 LA ASCENSION DEL SEÑOR 

El acontecimiento pascual que celebramos realiza una vez más el “cumplimiento de las Escrituras”: así estaba escrito, y así lo había recordado muchas veces Jesús en el tiempo de su predicación: claramente había hablado de su condena, su pasión, su muerte, y de su Resurrección. 
 
Los discípulos habían comprendido muy poco de estos anuncios que - por otra parte - no les resultaban para nada atractivos. Ellos compartían, en buena parte, las ideas que muchos de sus contemporáneos tenían sobre el Mesías: un rey de tipo político, que aplastaría a los enemigos de Israel y restauraría la monarquía davídica. Por eso, frente a la cruz de Cristo se sintieron escandalizados y defraudados, y abandonaron al Señor, llenos de miedo. 
 
Por eso hoy Jesús les explica el sentido de todo lo que sucedió: la condena, los azotes, las burlas, la corona de espinas, la crucifixión, la muerte y resurrección son el cumplimiento del plan de Dios en la Biblia un plan ciertamente no fácil de comprender... Por eso Cristo los ayuda, “les abrió la inteligencia para que comprendieran”, es decir, les da luz interior para captar estas verdades. 
 
También a nosotros el Señor nos abre la inteligencia, a fin de que comprendamos que nuestras crisis, nuestras pruebas, nuestras cruces, no son una desviación o un paréntesis en nuestra vida espiritual, en nuestra vida de fe: son parte integrante de nuestro camino hacia la plenitud divina y humana que se da en el seguimiento del Resucitado. Tantas veces nosotros las juzgamos como abandono de Dios... Y sin embargo, allí está Él manifestando como nunca su fuerza misteriosa y su presencia salvadora, como se dio en la Cruz de Jesucristo: ¡Qué curioso! Los cristianos ponemos por todas partes y nos identificamos con el signo de la Cruz, suprema manifestación de Dios, en la cual sin embargo el Hijo de Dios se sintió supremamente abandonado, y en la cual también nosotros nos sentimos de igual modo... 
 
La comprensión de las Escrituras no puede hacerse sin la presencia del Espíritu Santo que está en el origen de las mismas, y que con su luz hace que comprendamos todo el sentido y la plenitud de la palabra que Él inspiró. 
Pero no basta con “comprender”. Para ser discípulo de Cristo no basta con aprender y repetir (“lección”) un cierto número de verdades: el cristianismo no es una “materia” que se estudia, se aprueba, y ¡listo!. 
 
Y por eso Jesús les dice “Ustedes son testigos de todo esto”. Testigo = alguien que ha presenciado algo, y puede afirmarlo frente a los demás. Ser testigo implica estar presente, ver, oír, vivir una cosa. 
 
No se puede ser testigo de lo que no se conoce por experiencia propia. Cristo constituye a los apóstoles como testigos de sus hechos, pero también testigo del significado de los mismos, del cual hoy nos habla el Evangelio. Por lo tanto, en este sentido Judas, Pilatos, los fariseos, etc. no son testigos: no han comprendido el valor salvífico de los actos de Jesús. 
 
Y en cambio (aunque aparentemente pueda parecer contradictorio) sí somos testigos nosotros, los discípulos de Jesús de todos los tiempos: porque conocemos a Cristo, su vida y su obra, el sentido de todo lo que hizo, y en la Iglesia y como Iglesia experimentamos constantemente la presencia del Señor en nuestras vidas. 
 
La palabra “testigo”, en griego significa “mártir”. Muchos de los primeros cristianos fueron tales. Así también nosotros, aunque no demos la vida de un solo golpe por Cristo, estamos llamados a ser testigos de Jesús con nuestros sufrimientos, con la incomprensión y la burla de un mundo que ayer se divertía condenando a Cristo, y hoy hace lo mismo con los cristianos. 
 
Tenemos que ser “mártires” (es decir, testigos) de un mundo en el que ser cristiano es cada vez más difícil, y en el que el sólo nombrar a Cristo o la Iglesia puede significar meterse en dificultades, o por lo menos quedar en ridículo. 
 
Pero el cristiano, testigo de Cristo, no puede ni debe callar: la presencia salvadora de Cristo resucitado es una realidad de su vida de la que él debe ser testigo... el Señor Jesús transforma nuestra vida, le da impulso y sentido, y sigue manifestándose, invisible pero realmente en su Iglesia; particularmente en la acción santificadora de los sacramentos, en la obra de su gracia que nos renueva incesantemente, en la actividad de la comunidad cristiana, y en la fuerza misionera. 
 
El mundo moderno está cansado de palabras. Ya no se cree en las palabras, sino en los testimonios. Pablo VI decía: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio.” 
 
La Ascensión de Cristo a los cielos implica que su Presencia en medio de nosotros no es “física”, no es captable por los sentidos, pero no por ello es menos real: Cristo obra ahora a través del Espíritu Santo que Él posee en plenitud, y que distribuye generosamente en su Iglesia, para que sus discípulos tengan el valor y la fuerza para continuar transformando el mundo. 
 
El final del Evangelio de Lc. (que leemos hoy) pone en evidencia dos actitudes de los discípulos: los discípulos vuelven a Jerusalén “con gran alegría” (característica de todo el Evangelio de Lc., primicia de la época salvífica) y “alabando a Dios” (fuente de la alegría, y sentido de la vida del cristiano) 

Entrada destacada

Agenda parroquial CORPUS

  mar 17 de jun de 2025  19:00 Nemeño misa  1.- San Adrián por la intención de Susa  mié 18 de jun de 2025  19:00 Ourada misa mensual  jue 1...